Se implementará por primera vez el protocolo antirracista durante las Eliminatorias sudamericanas, específicamente en el partido entre Brasil y Uruguay en Salvador de Bahía. Este protocolo, que ha ganado reconocimiento gracias a la defensa del jugador brasileño Vinicius Júnior, se activa a través de un gesto específico que los jugadores pueden usar para denunciar conductas discriminatorias. La implementación de este gesto busca ser un paso crucial hacia la reducción de casos de racismo en el deporte y la creación de un ambiente más inclusivo en los estadios.
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El protocolo consiste en un movimiento simple: cruzar los brazos frente al pecho y a la altura de las muñecas. Este gesto fue aprobado por unanimidad en el 74° Congreso de la FIFA, celebrado en Bangkok, y representa un llamado a la acción en situaciones donde se produzcan insultos o gestos racistas hacia los jugadores. Al utilizar este gesto, los jugadores tienen la oportunidad de señalar a los árbitros la necesidad de abordar la situación de inmediato, subrayando la importancia de denunciar el racismo de manera efectiva durante los partidos.
Cuando se activa el gesto, el árbitro debe seguir un procedimiento de tres etapas. En la primera, se detiene el partido para evaluar la situación. Si el abuso persiste, se pasa a la segunda etapa, que implica la suspensión temporal del partido y el retiro de jugadores y árbitros del campo. Finalmente, si el comportamiento racista no cesa, la tercera fase implica la suspensión definitiva del partido. Este enfoque escalonado tiene como objetivo dar una respuesta contundente a la violencia racial en el contexto deportivo y asegurar que se tomen medidas eficaces en caso de que ocurran incidentes.
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El contexto en Brasil es especialmente relevante, dado que el país cuenta con la mayor población negra fuera de África. Ednaldo Rodrigues, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), ha destacado la importancia de este protocolo al considerar que el racismo es «un delito que afecta al alma». Este protocolo no solo busca erradicar el racismo del fútbol brasileño, sino también servir como un poderoso símbolo de unión entre jugadores, instituciones deportivas y la sociedad en su conjunto. Rodrigues enfatiza que es momento de que la lucha contra el racismo sea una prioridad, ofreciendo esperanza para las generaciones futuras y promoviendo un ambiente más justo y ético en el deporte.