Evita el ruido excesivo: Claves para perros y gatos más tranquilos
El ladrido de los perros y el maullido de los gatos son formas naturales de comunicación en estos animales. Los usan para expresar emociones, llamar la atención de sus dueños, alertar sobre peligros o simplemente interactuar con el entorno. Sin embargo, cuando estos sonidos se vuelven excesivos, pueden causar molestias tanto en el hogar como en el vecindario.
Sergio Teig, un reconocido adiestrador canino, asegura que muchas veces los dueños, sin darse cuenta, refuerzan este comportamiento. “Le estás enseñando que ladrando consigue lo que quiere”, explica el experto, destacando cómo la atención, positiva o negativa, puede ser el detonante de esta conducta persistente.
Por qué las mascotas ladran o maúllan en exceso
Antes de abordar soluciones, es importante entender las causas del comportamiento excesivo en las mascotas:
Atención: Los perros y gatos son animales sociales y muchas veces usan sus sonidos para captar la atención de sus dueños, especialmente si sienten que no están siendo escuchados o atendidos.
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Estrés o ansiedad: Situaciones como cambios en el entorno, visitas desconocidas o la ausencia prolongada del dueño pueden generar estrés en las mascotas, desencadenando ladridos o maullidos.
Aburrimiento: La falta de estimulación física o mental puede llevar a que las mascotas encuentren en estos sonidos una forma de aliviar su aburrimiento.
Problemas de salud: Algunas afecciones físicas o psicológicas pueden hacer que las mascotas vocalicen más de lo habitual.
El error más común: reforzar sin querer el comportamiento
Uno de los errores más frecuentes es reaccionar de inmediato cuando el perro ladra o el gato maúlla. Aunque parece intuitivo atender o regañar a la mascota, Sergio Teig señala que esta respuesta puede consolidar el comportamiento.
Cada vez que se le presta atención al ladrido o maullido, ya sea para calmar a la mascota o para reprenderla, el animal interpreta que su conducta fue efectiva. Este refuerzo, aunque no sea intencional, contribuye a que repita la acción.
La solución: ignorar y recompensar la calma
El consejo principal de Teig es ignorar por completo los ladridos o maullidos excesivos y solo dar atención cuando la mascota se haya calmado. Esto ayuda a que el animal asocie la tranquilidad con consecuencias positivas.
“Lo primero es mantener la calma y evitar frustrarse o enfadarse”, explica el adiestrador. Es fundamental no tocar, hablar ni hacer contacto visual con la mascota mientras vocaliza.
Pasos prácticos para aplicar esta técnica:
No ceder a la atención: Cuando tu mascota vocalice, mantente firme y evita responder a sus demandas.
Premia el silencio: Una vez que la mascota se calme, recompénsala con caricias, golosinas o atención positiva.
Establece límites claros: Si el ladrido o maullido ocurre en contextos específicos, como la hora de comer, establece horarios y rutinas para evitar comportamientos impulsivos.
Acciones complementarias para prevenir el comportamiento excesivo
Además de ignorar y recompensar la calma, existen prácticas diarias que ayudan a reducir los ladridos y maullidos excesivos:
Juega con tu mascota regularmente: Las mascotas necesitan estimulación mental y física para mantenerse equilibradas. Dedica tiempo a juegos interactivos para reducir el estrés y el aburrimiento.
Proporciona paseos diarios: Los perros, en particular, necesitan actividad física constante. Sácalos a caminar al menos dos veces al día durante 30 minutos.
Ofrece juguetes y estímulos: Los juguetes para masticar, rascadores para gatos y rompecabezas de comida son herramientas útiles para mantener a las mascotas entretenidas.
Cuida su entorno: Mantén agua limpia, comida suficiente y el arenero (en el caso de los gatos) en óptimas condiciones.
Crea una rutina: Las mascotas se benefician de horarios regulares para comer, jugar y descansar, lo que les da una sensación de seguridad y previsibilidad.
Cuándo buscar ayuda profesional
Si después de implementar estas estrategias la conducta de tu mascota no mejora, es posible que haya problemas subyacentes que necesiten la intervención de un veterinario o un adiestrador profesional.
Algunas señales de alerta incluyen:
Cambios repentinos en el comportamiento.
Vocalizaciones acompañadas de otras conductas inusuales, como pérdida de apetito o letargo.
Incremento en los ladridos o maullidos a pesar de los esfuerzos por corregirlos.
El veterinario podrá descartar problemas de salud física, mientras que un etólogo o adiestrador puede trabajar en técnicas más avanzadas de modificación de conducta.
Evitar los refuerzos negativos extremos
Es importante destacar que métodos como gritar, golpear o usar dispositivos que generan incomodidad (como collares eléctricos) no son recomendables. Estas prácticas no solo son ineficaces a largo plazo, sino que pueden dañar la relación entre el dueño y la mascota.
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En su lugar, el enfoque positivo y la paciencia son claves para enseñar a las mascotas a comportarse adecuadamente.
La relación humano-animal: un vínculo basado en la comprensión
El ladrido y el maullido son expresiones naturales de los perros y gatos. Si bien el objetivo no es eliminarlos por completo, aprender a manejarlos de manera efectiva contribuye a una convivencia más armoniosa.
Entender las necesidades de las mascotas, atender las causas de su comportamiento y aplicar técnicas basadas en el refuerzo positivo son pasos esenciales para garantizar su bienestar y el de sus dueños.