Según publica Neil Saunders Gap, uno de los minoristas de moda más emblemáticos de Estados Unidos, tuvo su punto culminante en 2003, año en el que las ventas globales de la marca alcanzaron los impresionantes 7.300 millones de dólares. Durante ese tiempo, Gap no solo era conocida por su oferta de productos, sino que también ocupaba un lugar privilegiado en la narrativa cultural. Anuncios protagonizados por íconos como Madonna y Missy Elliot representaban perfectamente la conexión entre la moda y la cultura pop de la época. Sin embargo, lo que Gap no sabía en ese momento era que había llegado a su apogeo. Después de 2003, el declive de la marca se inició de manera sutil, pero pronto se volvió más pronunciado. Aunque las ventas siguen siendo sustanciales, con cifras actuales de 3.300 millones de dólares, Gap ha perdido gran parte de su relevancia y estatus cultural, lo que plantea serias preguntas sobre su futuro en un mercado cada vez más competitivo y en constante evolución.
A lo largo de los últimos 20 años, Gap ha realizado numerosos intentos por recuperar el impulso que una vez tuvo. Esto ha incluido la colaboración de diseñadores destacados, como Phoebe Philo, quien asesoró a la marca en 2006, y Rebekka Bay, quien asumió un papel creativo de alto nivel en 2012. También se destaca la colaboración con Yeezy, la marca de Kanye West, en 2020, que generó expectativas en torno a una potencial reinvención de Gap. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos estratégicos, la realidad es que muchos de estos intentos han fracasado. Parte del problema radica en la transformación de la cultura corporativa de Gap a lo largo de los años. A medida que la marca fue enfrentando dificultades, su cultura se tornó más controladora, menos audaz y significativamente más conservadora. Esto llevó a una desconexión con su base de consumidores, quienes comenzaron a rechazar una narrativa que una vez les había resonado profundamente. En esencia, Gap ya no parecía ser un lugar donde los clientes pudieran encontrar innovación y autenticidad, lo que resultó en una pérdida de confianza generalizada.
Recientemente, tuve la oportunidad de conversar con Richard Dickson, el nuevo CEO de Gap Inc., una figura que llega con la tarea monumental de revitalizar la marca. Durante nuestra charla, quedó claro que el enfoque primario de Dickson se centra en la cultura organizacional de Gap, lo que representa un cambio crucial en la estrategia de la empresa. La cultura puede ser un concepto complicado, a menudo considerado intangible, pero Dickson reconoce que es la piedra angular sobre la cual se debe construir cualquier esfuerzo de transformación. Para revitalizar la marca, es imperativo que la cultura interna de Gap esté alineada con su nueva visión. Esta comprensión no solo refleja la profundidad de la crisis que enfrenta Gap, sino también la urgencia de reconstruir una conexión con sus empleados y, por ende, con sus consumidores. Dickson ha llegado a la conclusión de que muchos de los fracasos anteriores de Gap pueden atribuirse directamente a esta falta de alineación cultural.
Como parte de su estrategia, Dickson ha incluido a Zac Posen en la compañía, un paso que muchos espectadores interpretaron de manera lineal como un intento de enfocar a Gap más en el diseño. Sin embargo, el significado detrás de esta incorporación es mucho más amplio y complejo. La llegada de Posen busca inyectar nueva energía en la empresa, promoviendo un ambiente donde los empleados puedan aprender de sus habilidades y adoptar un cambio de mentalidad que les permita ser más audaces y creativos. Dickson está comprometido con la idea de que se necesita una revolución cultural para que Gap recupere su lugar en la industria de la moda. Aunque aún está en las etapas iniciales de este proceso, los indicadores hasta ahora sugieren que Dickson podría estar logrando un impacto más significativo en Gap durante su breve mandato que muchos de sus predecesores durante sus gestiones prolongadas.
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Los resultados de ventas hasta la fecha han sido moderadamente alentadores, lo que sugiere que la estrategia de Dickson podría estar funcionando. Sin embargo, el aspecto más prometedor de su enfoque ha sido la reaparición de una energía renovada dentro de la organización. Las conversaciones con empleados indican que la ambición y la visión están regresando a Gap, lo que representa un cambio radical en comparación con el estancamiento que había caracterizado a la empresa en años anteriores. Este regreso de la energía positiva es fundamental, dado que no solo afecta la moral interna, sino que también impacta la forma en que la marca es percibida en el mercado. Para Gap, esta reinvención es un proceso en curso, pero la atención a la cultura organizacional podría servir como una sólida base para futuras iniciativas. Al integrar la creatividad y la audacia en el tejido de la empresa, Dickson espera no solo restaurar la relevancia de Gap, sino también relanzarla como una fuerza que pueda influir nuevamente en el mundo de la moda, conectando de manera significativa con una audiencia contemporánea que busca autenticidad y originalidad.