El reciente anuncio del Departamento del Tesoro de Estados Unidos (USDT) sobre la sanción de dos negocios en México—una cadena de helados y una farmacia—relacionados con el cártel de Sinaloa destaca la creciente preocupación por el uso de empresas legítimas para el lavado de dinero y la financiación de actividades ilícitas. Estas acciones reflejan un esfuerzo deliberado por parte del gobierno estadounidense para desmantelar las redes del narcotráfico que operan desde México, donde el cártel de Sinaloa se ha erigido como uno de los actores más influyentes en el tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos. La resolución de sanciones contra empresas aparentemente inofensivas que han sido infiltradas por el crimen organizado subraya la complejidad del problema, donde los ámbitos legítimos de la economía se ven comprometidos por el comportamiento delictivo.
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Tras la captura de Ismael “El Mayo” Zambada, cofundador del cártel de Sinaloa, se ha desatado una feroz lucha de poder entre las diferentes facciones del cártel y otros grupos criminales, lo que ha llevado a un incremento en la violencia relacionada con las drogas. Esta situación no solo afecta a los involucrados en el narcotráfico, sino que también tiene repercusiones significativas para las comunidades locales en Sinaloa y Sonora, donde las operaciones de estos cárteles han cimentado una economía profundamente entrelazada con el crimen. Según el Tesoro, la creación de la cadena de helados “Nieves y Paletas” y la farmacias vinculadas a narcotraficantes son ejemplos de cómo las finanzas ilícitas se reciclan en la economía formal, facilitando el flujo de capital hacia actividades criminales y perpetuando un ciclo de violencia y corrupción.
El subsecretario de Tesoro, Wally Adeyemo, expresó que la administración Biden está comprometida a combatir el tráfico de drogas y sus consecuencias devastadoras en las comunidades estadounidenses. Este enfoque se enmarca en un contexto donde se estima que más de 70,000 muertes por sobredosis ocurren anualmente en Estados Unidos, una crisis que está siendo alimentada por la disponibilidad del fentanilo. Al desmantelar las estructuras financieras del cártel, el gobierno espera no solo debilitar su poder de operación, sino también enviar un mensaje claro sobre su intolerancia hacia el tráfico de drogas y la violencia asociada.
Además, las sanciones también afectan a unos destacados narcotraficantes del Clan del Golfo de Colombia, marcando un esfuerzo más amplio para desarticular trayectos de tráfico que van más allá de las fronteras de México. Este clan, considerado uno de los grupos de narcotráfico más fuertes, juega un papel crucial en el contrabando de personas y en el tráfico de drogas hacia América del Norte. En contextos de urgencia, la administración Biden ha planteado propuestas legislativas para reforzar las barreras contra la producción y distribución de drogas, como la creación de un registro de prensas de pastillas, lo que muestra la intención de abordar de forma integral esta problemática.
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Las sanciones impuestas no solo buscan debilitar las finanzas de estas organizaciones criminales, sino que también intentan desarticular un ecosistema de corrupción y violencia que se extiende a través de diversas capas de la economía y la sociedad. A medida que la guerra contra las drogas continúa, la necesidad de una respuesta coordinada y multifacética es más evidente que nunca, dado que el tráfico de fentanilo y otros narcóticos amenazan tanto la seguridad pública como la estabilidad de las comunidades que son utilizadas como puntos de operación por los cárteles. La intersección entre el crimen organizado y las operaciones empresariales legítimas pone de manifiesto la urgente necesidad de estrategias más efectivas y colaborativas en la lucha contra el narcotráfico a ambos lados de la frontera.