La viticultura uruguaya avanza hacia un modelo más sostenible y competitivo
En Uruguay, la industria del vino ha comenzado un recorrido trascendental hacia un futuro más consciente y sustentable. A través del Programa de Viticultura Sostenible, impulsado por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi), se está redefiniendo la forma de producir vino en el país, integrando valores medioambientales, sociales y económicos. Este enfoque representa no solo un cambio técnico, sino también cultural dentro del sector, alineándose con las exigencias del consumidor moderno y los compromisos globales con el desarrollo sostenible.
El programa no es obligatorio; se trata de una certificación voluntaria orientada a quienes desean incorporar prácticas responsables en sus procesos productivos. Desde su génesis en 2019, impulsado inicialmente por productores organizados en los grupos CREA y la cooperativa Vicca, el proyecto ha evolucionado significativamente. Hoy cuenta con la participación activa de más de 200 viñedos y cerca de 30 bodegas, lo que supone una cobertura de aproximadamente el 35 % del área vitícola nacional.
Una transformación que pone a las personas y al entorno en el centro
En palabras de Agustina Clara, coordinadora del programa y experta en georreferenciación, la meta principal no es solamente mejorar la imagen internacional del vino uruguayo, sino promover un equilibrio entre la rentabilidad, el respeto ambiental y la equidad social. Esta visión holística considera fundamental no solo la calidad del producto final, sino también el bienestar de quienes lo producen y el impacto sobre el entorno natural.
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Uno de los pilares del programa es la trazabilidad completa de la uva, desde su cultivo en el viñedo hasta su embotellado en la bodega. Para alcanzar este nivel de transparencia, los productores deben registrar de forma detallada cada una de sus prácticas, lo que facilita auditorías externas y evaluaciones continuas. El organismo certificador independiente LSQA es quien verifica el cumplimiento de las exigencias técnicas establecidas.
Normas técnicas y respaldo institucional: claves del éxito
La sostenibilidad no puede ser improvisada. Por eso, el programa cuenta con una normativa técnica construida de forma participativa por un comité interinstitucional en el que confluyen actores claves del agro y la academia: la Universidad de la República (Udelar), la Facultad de Agronomía, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), la Escuela de Vitivinicultura (UTU) y representantes del propio sector vitivinícola, incluyendo asesores técnicos y viticultores.
Este enfoque colaborativo garantiza que las prácticas propuestas sean técnicamente viables y adaptadas a las condiciones locales, a la vez que se alinean con los principios internacionales establecidos por la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV).
La implementación de buenas prácticas sostenibles genera múltiples beneficios. Desde un punto de vista económico, permite una reducción del uso de insumos agroquímicos, lo que se traduce en menores costos de producción y suelos más sanos. En el plano social, la capacitación del personal y el cumplimiento de normas laborales refuerzan los derechos de los trabajadores y mejoran las condiciones de empleo en zonas rurales.
Además, este tipo de certificaciones añade valor al producto final. En un contexto global donde los consumidores valoran cada vez más el origen y la forma de elaboración de los alimentos y bebidas, contar con un sello verde puede ser determinante a la hora de posicionarse en mercados internacionales. “La sostenibilidad ya no es una opción, es una exigencia”, destaca Clara.
Campañas que educan al consumidor: Música y sostenibilidad
Para reforzar el alcance del programa, Inavi lanzó la campaña “Música Sostenible”, una iniciativa que combina arte y conciencia ambiental. Con la participación del músico Luciano Supervielle, la campaña apunta a visibilizar el valor que hay detrás de cada botella con sello verde y a sensibilizar al público sobre la importancia de apoyar productos sostenibles.
Esta estrategia comunicacional no solo fortalece la imagen del vino uruguayo, sino que también construye un puente entre el productor y el consumidor, mostrando el esfuerzo que implica producir con responsabilidad.
El Programa de Viticultura Sostenible no se detiene. En la actualidad, sus responsables trabajan activamente para actualizar la normativa y adaptarla a los más altos estándares internacionales. Esto permitirá que los vinos uruguayos compitan en igualdad de condiciones con los de países donde la sostenibilidad ya es un atributo clave.
Paralelamente, se continúa con la investigación e incorporación de tecnologías que permitan una producción aún más eficiente y respetuosa con el entorno. Según Clara, el objetivo es que todos los productores del país puedan acceder al programa, incluso si no cumplen de inmediato con todos los requisitos. El sistema está diseñado para acompañarlos en ese proceso de mejora progresiva.
Cómo reconocer un vino sostenible uruguayo
Una de las claves del programa es que los consumidores puedan identificar fácilmente los vinos certificados. Para ello, cada botella lleva un sticker verde de 1,5 cm de diámetro, habitualmente ubicado en el cuello. Este distintivo es entregado por Inavi únicamente a las bodegas certificadas y bajo estrictos controles, que incluyen auditorías en los puntos de venta para verificar que solo los vinos autorizados lo porten.
Este mecanismo no solo refuerza la credibilidad del programa, sino que también protege al consumidor frente a posibles prácticas engañosas.
En Uruguay, alrededor de 6.000 hectáreas están destinadas a la viticultura, y más de un tercio ya están bajo certificación sostenible. Esta tendencia señala un camino prometedor: no solo se trata de una mejora en los procesos productivos, sino también de una oportunidad para dinamizar las economías locales y generar empleos de calidad en áreas rurales.
Además, al integrar la sostenibilidad como elemento central, el país no solo protege su patrimonio natural, sino que también construye una marca país sólida y diferenciada.
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La viticultura sostenible en Uruguay representa una apuesta estratégica por un modelo agroindustrial más justo, competitivo y comprometido con el entorno. A través de una certificación voluntaria, pero rigurosa, se establece un estándar que eleva la calidad del vino y, al mismo tiempo, promueve la equidad social y la protección del medioambiente.
El compromiso creciente de productores, instituciones y consumidores está consolidando a Uruguay como un referente regional en producción vitivinícola responsable. Y a medida que más bodegas se suman a este desafío, se fortalece una red de valor que tiene todo para crecer.
Con iniciativas como esta, el país no solo mejora su posición en el mercado internacional, sino que también demuestra que es posible producir con excelencia sin comprometer el planeta ni a las personas.