La tradición vitivinícola celebrada en el día del patrimonio uruguayo
El Día del Patrimonio en Uruguay, que se celebraba cada primer fin de semana de octubre, había sido un evento clave para resaltar y poner en valor el acervo cultural y las tradiciones materiales e inmateriales del país. En su 30ª edición, los días 5 y 6 de octubre, el tema central fue «El vino como tradición: inmigración, trabajo e innovación», destacando la larga historia vitivinícola del Uruguay. Los homenajeados fueron dos figuras pioneras de la industria: Francisco Vidiella y Pascual Harriague, quienes habían jugado un papel esencial en la creación y el desarrollo de la viticultura en el país.
El Día del Patrimonio había sido una verdadera fiesta popular, ofreciendo a los ciudadanos y turistas la oportunidad de acceder a sitios históricos y culturales que usualmente permanecían cerrados al público. En esta edición, los viñedos y bodegas se convirtieron en las principales atracciones, brindando un homenaje a la cultura del vino en Uruguay. La jornada incluyó charlas, espectáculos y visitas guiadas, creando una experiencia enriquecedora para los asistentes que celebraron colectivamente las tradiciones e identidad uruguayas.
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Montevideo, la capital, ofreció múltiples actividades y recorridos por diferentes barrios, mientras que en Canelones y el resto del interior del país, los eventos se organizaron por regiones, lo que permitió a los participantes explorar diversas áreas relacionadas con la producción vitivinícola. Un ejemplo destacado fue el circuito en bus gratuito por Colón, una zona con un fuerte perfil vitivinícola, que funcionó durante ambos días con salidas desde la Plaza Vidiella. Los visitantes pudieron disfrutar de paradas en puntos clave y aprender más sobre la tradición vinícola de la región.
Canelones, un departamento conocido por su amplia producción de vinos, también ofreció un itinerario que permitió a los participantes visitar bodegas en la región de Progreso el sábado. Las degustaciones de vinos se convirtieron en una de las actividades más populares, permitiendo a los asistentes saborear las diferentes variedades de vinos uruguayos. Además, diversas localidades del interior, desde el litoral hasta el este del país, presentaron una amplia gama de propuestas, desde caminatas por viñedos hasta desfiles y presentaciones culturales.
150 años de la viticultura uruguaya
Este año, además, la celebración incluyó un aniversario significativo: los 150 años de la viña y el vino en Uruguay. La viticultura en el país había sido el resultado de siglos de esfuerzo y adaptación, llevada adelante por inmigrantes europeos que trajeron consigo sus tradiciones vitivinícolas. Estas tradiciones fueron integradas y adaptadas a las características propias del Uruguay, creando una industria única y de gran relevancia en la región.
La producción de vino en Uruguay comenzó a cobrar forma en la segunda mitad del siglo XIX, cuando dos inmigrantes provenientes de Europa desempeñaron un papel crucial en la aclimatación de cepas europeas a las condiciones locales. Pascual Harriague, un vasco francés, había trabajado en el norte del país, mientras que Francisco Vidiella, un catalán, lo había hecho en el sur. Ambos fueron fundamentales para sentar las bases de lo que hoy es una industria vitivinícola próspera. El ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, los describió como «los padres fundadores de la industria vitivinícola» durante la presentación oficial del Día del Patrimonio.
La inmigración europea jugó un papel clave en la creación de la industria vitivinícola uruguaya, diferenciándola de la viticultura en otros países de la región. La historia de las bodegas uruguayas, muchas de las cuales se originaron como emprendimientos familiares, reflejó el esfuerzo y la dedicación de generaciones enteras. Este trabajo de base familiar había dado lugar a una industria que, con el tiempo, había crecido y se había adaptado a nuevas tecnologías y prácticas de producción, siempre con un enfoque en la innovación.
La innovación, de hecho, se había convertido en uno de los pilares de la viticultura uruguaya. A través de una mejora constante en la calidad de los productos, el sector había logrado posicionarse tanto a nivel local como internacional, destacándose por su compromiso con la sustentabilidad y la búsqueda de nuevos mercados. Esta capacidad de adaptación y renovación había permitido a los productores uruguayos seguir siendo competitivos en un mercado global en constante cambio.
Durante el Día del Patrimonio, los visitantes también tuvieron la oportunidad de participar en recorridos libres y guiados por viñedos y bodegas, lo que les permitió conocer de primera mano los procesos de producción de uno de los productos más emblemáticos de Uruguay. Las charlas y talleres ofrecidos en varias localidades del país permitieron a los asistentes aprender más sobre las diferentes variedades de uvas que se cultivan en Uruguay, así como sobre los desafíos que enfrenta la industria en la actualidad.
La bodega Bouza, por ejemplo, organizó un recorrido especial en el que los visitantes pudieron conocer el proceso de producción de sus vinos más destacados, mientras que en la bodega Garzón se ofreció una experiencia culinaria que combinó el vino con la gastronomía local. En cada región, la celebración se adaptó a las características y particularidades de los productores locales, ofreciendo una variedad de actividades que reflejaron la riqueza y diversidad de la tradición vitivinícola uruguaya.
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El Día del Patrimonio de 2023 destacó no solo la importancia del vino en la cultura uruguaya, sino también el papel que ha jugado la innovación y el trabajo duro en la consolidación de esta industria. La tradición vitivinícola en Uruguay ha logrado mantenerse viva y en crecimiento, adaptándose a los cambios del mercado global y preservando al mismo tiempo las técnicas y conocimientos transmitidos de generación en generación.
Para muchos, el Día del Patrimonio de este año fue una oportunidad para reconectarse con estas raíces y celebrar el legado de Harriague y Vidiella, dos inmigrantes que supieron reconocer el potencial del suelo uruguayo y transformar la viticultura en una de las principales industrias del país. A través de esta celebración, Uruguay no solo honró su pasado, sino que también reafirmó su compromiso con el futuro de su industria vitivinícola.