La industria de conservas en Uruguay: Exportaciones, empleo y crecimiento económico
La industria de las conservas en Uruguay marcó un antes y un después en el desarrollo económico del país. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, empresas como Liebig’s Extract of Meat Company (Lemco) en Fray Bentos y La Trinidad en San José revolucionaron la producción y exportación de productos cárnicos. Este auge no solo amplió la oferta de manufacturas uruguayas en el mercado internacional, sino que también supuso un cambio estructural en la economía del país, hasta entonces centrada en la exportación de materias primas sin procesar.
El nacimiento de una industria clave
Antes de la llegada de las industrias de conservas, la economía uruguaya dependía en gran medida de productos como el tasajo, la lana sin procesar y los cueros. Sin embargo, la caída de la demanda de carnes saladas en mercados como Brasil y Cuba, sumado al crecimiento de la demanda de productos más elaborados en Europa, generó un cambio en la producción. En este contexto, las plantas de conservas representaron una innovación clave para el sector ganadero y la economía nacional.
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La Liebig’s, fundada en Fray Bentos en 1864-1866, fue una de las primeras en transformar la industria cárnica uruguaya. Su producción inicial se centró en extracto de carne, un producto innovador en aquel momento que permitía la conservación de los nutrientes de la carne en una forma fácil de almacenar y transportar. La Trinidad, que comenzó a operar en 1868 en San José, también contribuyó a esta revolución industrial.
En su primera zafra (1866-1867), Liebig’s faenó 47.548 vacunos, una cifra que se duplicó en la siguiente campaña. La empresa no solo transformó la producción cárnica, sino que también introdujo tecnologías industriales que no existían en Uruguay hasta el momento, como maquinaria de procesamiento avanzado, sistemas de refrigeración y laboratorios de control de calidad. Además, la empresa creó una compleja red de transporte y distribución que incluyó barcos propios y almacenes en Europa.
La demanda de extracto de carne creció rápidamente, con Alemania y Gran Bretaña como principales mercados consumidores. Entre 1867 y 1870, la producción pasó de 145.000 kilos a casi 500.000 kilos anuales. En 1883, la empresa alcanzó un récord de 173.000 vacunos faenados en un solo año, consolidando su dominio en el sector.
Impacto en la ganadería y la economía nacional
A pesar de su éxito comercial, la industria de las conservas tuvo un impacto mixto en la ganadería uruguaya. Aunque generó una gran demanda de ganado, no impulsó significativamente la mejora en la calidad de la hacienda. La prioridad de estas empresas era la cantidad y no la calidad del ganado, lo que llevó a un estancamiento en la modernización de la ganadería bovina y ovina del país.
Sin embargo, los beneficios económicos fueron innegables. La industria de las conservas generó miles de empleos directos e indirectos, mejoró las infraestructuras de transporte y exportación, e impulsó el desarrollo de sectores relacionados, como la carpintería, la herrería, la electricidad y la mecánica. Además, contribuyó a la diversificación de la economía uruguaya, que hasta entonces dependía casi exclusivamente de la exportación de materias primas sin procesar.
El auge del Corned Beef y la expansión internacional
En 1879, Liebig’s introdujo un nuevo producto que cambiaría la industria: el corned beef enlatado. Este producto, que consistía en carne vacuna cocida y conservada en salmuera, tuvo un impacto aún mayor que el extracto de carne, especialmente durante los conflictos bélicos. Durante la guerra anglo-bóer (1899-1902) y las dos guerras mundiales, el corned beef de la marca Fray Bentos se convirtió en una fuente esencial de alimento para las tropas británicas y aliadas. Su popularidad fue tal que el nombre de la ciudad uruguaya se transformó en sinónimo de carne enlatada en muchos países europeos.
Para consolidar su expansión, Liebig’s invirtió en la compra de tierras en Uruguay, Argentina y Paraguay. Entre 1863 y 1911, la empresa adquirió cerca de 640.000 hectáreas, lo que le permitió controlar no solo la producción, sino también el suministro de materia prima. A finales del siglo XIX, representaba casi el 40% de la inversión total en la industria de conservas y saladeros en Uruguay.
El crecimiento de esta industria no estuvo exento de desafíos. Durante sus primeros años, Liebig’s enfrentó problemas como revoluciones políticas, epidemias de cólera entre los trabajadores y dificultades técnicas en la producción. Además, las fluctuaciones en la oferta de ganado y los aranceles europeos a la importación de carne fueron obstáculos constantes.
Sin embargo, la empresa logró superar estos retos y consolidarse como una de las más importantes de su tiempo. A finales del siglo XIX, las acciones de la Lemco en la bolsa de Londres se cotizaban al doble de su valor nominal, lo que reflejaba la confianza de los inversores en su rentabilidad.
El legado de esta industria sigue vigente en Uruguay. Fray Bentos, antigua sede de la Liebig’s, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2015 debido a su importancia histórica en la revolución industrial alimentaria. Además, la industria de procesamiento de carne en Uruguay sigue siendo un pilar fundamental de la economía nacional, con exportaciones que continúan llegando a mercados de todo el mundo.
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La industria de las conservas transformó la economía uruguaya y posicionó al país como un actor clave en el comercio internacional de carne. Aunque no logró modernizar la ganadería en su momento, su impacto en la generación de empleo, la infraestructura y la diversificación económica fue innegable. La historia de empresas como Liebig’s sigue siendo un ejemplo de cómo la innovación y la inversión extranjera pueden transformar un país.