Dos diseñadoras uruguayas promueven una moda sostenible con identidad local
En el escenario cambiante de la moda latinoamericana, la sostenibilidad ha dejado de ser una alternativa para convertirse en una necesidad urgente. Prueba de ello es la creciente participación de diseñadores comprometidos con lo ético y lo local en eventos internacionales. Uno de estos encuentros fue la cuarta edición de Universo Mola Fashion Week (UMFW), que por primera vez se celebró en Bogotá, Colombia, en el campus de la Universidad EAN. En esta ocasión, dos diseñadoras uruguayas destacaron por su propuesta creativa y profundamente arraigada en las tradiciones de su país: Florencia Delfino, creadora de Florencia Khinno, y Andrea Mesa, fundadora de Tenaz.
La UMFW reunió durante cinco días a más de 28 marcas provenientes de ocho países de América Latina. Este evento combinó actividades como desfiles, charlas, exposiciones y talleres con un enfoque transversal en la sostenibilidad, poniendo sobre la mesa temas urgentes como la producción responsable, la recuperación de técnicas ancestrales y la necesidad de fortalecer comunidades a través del diseño. Un espacio clave fue la Ronda de Oportunidades, que permitió la conexión entre diseñadores emergentes y empresas consolidadas para facilitar alianzas estratégicas. En ese contexto, Delfino y Mesa lograron visibilizar no solo sus marcas, sino también una forma de hacer moda con conciencia y propósito.
Tejer el futuro desde las raíces: el caso de Florencia Khinno
Florencia Delfino no solo es diseñadora; es también tejedora, gestora cultural y defensora del saber tradicional. Su marca, Florencia Khinno, se especializa en textiles elaborados en telar, una técnica ancestral que ha sido parte del acervo cultural uruguayo durante generaciones. Para ella, trabajar con lana es una forma de rendir homenaje a una de las materias primas más representativas del país. “Uruguay es lanero por naturaleza”, afirma, y ese potencial debe valorarse no solo desde el punto de vista económico, sino como un símbolo de identidad.
Vea también: El comercio uruguayo pierde millones mensuales por compras en Temu
Más allá del diseño, Delfino ve el tejido como una forma de meditación, de conexión emocional y cultural. En su recorrido como creadora ha descubierto que enseñar a tejer puede ser tan poderoso como diseñar una prenda. Actualmente impulsa la formación de una cooperativa nacional de mujeres rurales que buscan empoderarse a través del tejido. Muchas de ellas lo aprendieron de forma autodidacta o lo heredaron de sus madres y abuelas. El objetivo es claro: que este conocimiento no se pierda, y que nuevas generaciones descubran que tejer no es una actividad del pasado, sino una herramienta para construir futuro.
El enfoque de Delfino mezcla la estética contemporánea con la tradición. Si bien mantiene elementos clásicos como la ruana o el poncho, también propone formatos modernos como kimonos o camisetas, adaptando el lenguaje artesanal a las necesidades del mercado actual. Su misión es que los más jóvenes no solo compren moda sostenible, sino que se involucren activamente en los procesos creativos, desde el hilado hasta la prenda final.
En su visión, la sostenibilidad no es una tendencia pasajera, sino un modo de vida que abarca desde el origen de los materiales hasta el consumo consciente y el impacto social del trabajo. Por eso, insiste en que cada decisión dentro de su emprendimiento debe tener coherencia ética.
Por su parte, Andrea Mesa propone una aproximación distinta pero igualmente transformadora. Su marca Tenaz se dedica a la elaboración artesanal de carteras y accesorios de cuero. En un país ganadero como Uruguay, el uso del cuero adquiere un doble significado: evitar el desperdicio de un subproducto y reivindicar la materia prima local como insumo de calidad. En lugar de generar residuos, Mesa los transforma en objetos de diseño duraderos, con carácter y arraigo territorial.
El concepto de slow fashion es el núcleo de su proyecto. Cada pieza se realiza a mano, sin prisa, valorando el tiempo que requiere el trabajo bien hecho. No hay colecciones masivas ni tendencias efímeras, sino objetos únicos que cuentan una historia. Además, los restos de cuero que sobran de las producciones principales se reutilizan en accesorios más pequeños, manteniendo así un flujo circular en la cadena de valor.
Mesa apuesta por lo local también en sus alianzas. Prefiere colaborar con artistas plásticos uruguayos y artesanos que compartan su visión del diseño como motor de cambio social. Para ella, la sostenibilidad va más allá del cuidado ambiental: también implica generar empleos justos, promover la equidad de género y revitalizar las economías regionales.
Uno de los aprendizajes que más destaca en su experiencia es cómo la pandemia revalorizó lo artesanal. En un momento en que el consumo se detuvo y la producción global entró en crisis, la gente volvió a mirar lo hecho a mano, lo cercano, lo auténtico. Este cambio de paradigma favoreció propuestas como la suya, donde el lujo no se mide por el precio, sino por el tiempo, la dedicación y el impacto positivo.
El testimonio de estas dos diseñadoras refleja una tendencia creciente en América Latina: la búsqueda de una moda que no solo sea estética, sino también ética. Ambas entienden que el emprendimiento sostenible exige constancia, paciencia y una visión a largo plazo. Emprender en este sector no es fácil; implica enfrentar estructuras establecidas, competir con productos industrializados y educar a un consumidor que aún está en proceso de cambio. Sin embargo, como bien señala Mesa, “la tenacidad es clave. El camino tiene altibajos, pero lo importante es mantenerse fiel a los valores”.
La experiencia de Delfino y Mesa demuestra que la sostenibilidad no es una meta aislada, sino un camino que se construye a diario con decisiones conscientes. Desde la elección de materiales hasta la forma en que se comercializa un producto, todo forma parte de un sistema que puede ser más justo, más limpio y más humano.
Vea también: Vans lanza operación directa en Uruguay y abrirá tres tiendas en 2025
En un mundo donde la moda rápida domina las vitrinas, ellas apuestan por otra forma de vestir: una que reconozca el valor del tiempo, el poder de las manos y la importancia de contar historias a través de las prendas. Lo artesanal deja de ser un accesorio decorativo para convertirse en un eje transformador. Y desde Uruguay, estas diseñadoras nos recuerdan que lo local también puede ser global, cuando se trabaja con autenticidad y compromiso.