Desigualdad territorial: El desempleo y la informalidad golpean al interior
El último boletín técnico del Instituto Nacional de Estadística (INE) reveló una preocupante realidad para muchas regiones de Uruguay: tanto el desempleo como la informalidad laboral se concentran de forma más aguda fuera de la capital, afectando a más de la mitad de los departamentos del país. Esta brecha territorial se ha convertido en un desafío estructural que requiere una mirada más profunda para entender sus causas y consecuencias.
Una radiografía del mercado laboral con desequilibrios regionales
El análisis difundido por el INE, correspondiente a febrero de este año, pone en evidencia diferencias significativas en los indicadores laborales entre Montevideo y el resto del país. Si bien la tasa nacional de desempleo se ubicó en un 7,8%, hay departamentos donde este valor se duplica, mientras que en otros cae por debajo del 5%.
Particularmente, Río Negro y Treinta y Tres encabezaron la lista de los departamentos más afectados por la desocupación, alcanzando un alarmante 16% de desempleo. En el caso de Artigas, el tercer departamento con mayor desocupación, la tasa se situó en 12,9%, también muy por encima de la media nacional.
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Departamentos con mayor desempleo: ¿una tendencia o una coyuntura?
La presencia reiterada de ciertos departamentos en los primeros lugares del ranking de desempleo no es nueva. Río Negro, por ejemplo, ha venido enfrentando dificultades estructurales relacionadas con la reconversión de sectores industriales y la falta de inversiones sostenidas. Treinta y Tres, por su parte, experimenta problemas crónicos en la generación de empleo formal, sobre todo en sectores que no están vinculados a actividades agropecuarias.
Además de los ya mencionados, Paysandú (12,4%), Soriano (11%), Durazno (10,4%) y Tacuarembó (9,9%) también superan con holgura la tasa nacional. Lavalleja (9,3%), Rivera (8,8%), Florida (8,4%) y Canelones (7,9%) completan el grupo de departamentos donde el desempleo se ubica por encima del promedio.
En el otro extremo, departamentos como Flores (4%), Maldonado (4,8%), Cerro Largo y Rocha (ambos con 5,6%) muestran niveles considerablemente menores de desocupación. Montevideo, con un 6,6%, también se mantiene por debajo de la media nacional, lo que contribuye a explicar en parte la concentración poblacional en la capital.
Informalidad: un problema silencioso que crece en el norte
El informe del INE también ofrece una mirada sobre la informalidad, definida por la falta de registro a la seguridad social. Este indicador, que promedia un 21,7% a nivel nacional, es particularmente preocupante en algunos departamentos del norte del país.
Cerro Largo encabeza el listado con una tasa de informalidad del 50,1%, seguido por Rivera (41,2%), Artigas (39,8%) y Tacuarembó (37,7%). Estos datos reflejan una realidad donde muchos trabajadores se desempeñan en condiciones precarias, sin acceso a la protección social ni a derechos laborales básicos.
Otros departamentos con niveles de informalidad superiores al promedio son Soriano y Rocha (ambos con 30,5%), Río Negro (30,3%), Treinta y Tres (29,9%) y Salto (29,5%). Incluso departamentos tradicionalmente más desarrollados como Maldonado (24,7%) y San José (22,6%) no escapan a esta problemática.
Del lado opuesto, Montevideo se destaca por tener la menor tasa de informalidad del país, con un 14,5%. Le siguen Flores (13,4%), Florida (17,2%), Lavalleja (18,7%) y Canelones (20,7%), todos por debajo de la media nacional.
Brechas estructurales: causas detrás de las cifras
La disparidad entre el interior y la capital no solo responde a la coyuntura económica sino también a factores estructurales. La menor diversidad de actividades económicas, la dependencia de sectores de baja productividad y la falta de acceso a capacitación y tecnología son algunas de las causas que explican los altos niveles de informalidad y desempleo en el interior.
En muchos casos, la informalidad se convierte en una salida obligada para quienes no encuentran oportunidades en el mercado formal. Esta realidad afecta especialmente a jóvenes, mujeres y personas con bajo nivel educativo, que se ven forzados a aceptar trabajos sin protección social.
Además, la concentración de servicios, industrias y organismos públicos en Montevideo refuerza el centralismo y genera un flujo migratorio constante desde el interior hacia la capital, agravando la despoblación de algunas regiones.
El desempleo y la informalidad no son solo indicadores económicos: tienen profundas implicancias sociales. La falta de empleo estable limita las posibilidades de desarrollo personal y familiar, dificulta el acceso a la vivienda, la salud y la educación, y contribuye a la reproducción del ciclo de la pobreza.
En términos macroeconómicos, la informalidad laboral reduce la base de aportes a la seguridad social, debilitando el sistema previsional. Además, dificulta la recaudación tributaria, limita el acceso al crédito y desalienta la inversión en capital humano.
La persistencia de estas brechas también pone en cuestión la cohesión territorial y la equidad entre regiones. Un país con desigualdades tan marcadas corre el riesgo de profundizar su fragmentación social y limitar su potencial de desarrollo inclusivo.
Políticas públicas para cerrar la brecha
El panorama actual plantea la necesidad de rediseñar las políticas públicas con un enfoque territorial. Es clave promover incentivos a la inversión productiva en el interior, fomentar la instalación de industrias limpias, mejorar la infraestructura y fortalecer la educación técnica y la formación para el trabajo.
También resulta fundamental avanzar en la formalización del empleo mediante programas que reduzcan los costos de registración y ofrezcan beneficios fiscales a quienes regularicen su situación laboral. La tecnología y la digitalización pueden jugar un rol clave para facilitar este proceso.
El fortalecimiento de las capacidades institucionales a nivel departamental, la participación de gobiernos locales y la articulación público-privada también son factores que pueden contribuir a una mayor equidad territorial.
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Más allá de los diagnósticos, Uruguay enfrenta el desafío de construir un modelo de desarrollo verdaderamente descentralizado, que genere oportunidades de calidad en todo el territorio. Para ello, se requiere una visión estratégica de largo plazo y un compromiso transversal que involucre al Estado, al sector privado y a la sociedad civil.
Las cifras del INE, lejos de ser meros datos estadísticos, deben servir como insumo para el diseño de políticas que apunten a corregir las desigualdades territoriales. Solo así se podrá avanzar hacia un país más justo, donde el lugar de residencia no determine las posibilidades de acceso al empleo digno.