En el caso específico de Lima Metropolitana, aproximadamente el 50% de los trabajadores jóvenes se ven obligados a aceptar empleos informales, carentes de beneficios sociales, y muchos de ellos simplemente aceptan subempleos para evitar la falta de ingresos. La situación se torna aún más grave considerando que un 85,3% de los jóvenes que trabajan lo hacen en la informalidad, lo que contrasta con las tasas menores observadas en grupos de edad más avanzada. Por ejemplo, la informalidad se registra en un 67,0% y 70,9% en las edades de 25 a 44 y 45 años en adelante, respectivamente.
La falta de políticas públicas efectivas que promuevan el desarrollo de habilidades y la preparación de los cerca de 300.000 jóvenes que cada año ingresan al mercado laboral es crítico. Especialistas como Fernando Cuadros Luque han resaltado la inacción por parte del gobierno, señalando que, a pesar de un crecimiento económico mensual moderado, esto no se traduce necesariamente en creación de empleo de calidad. Además, un preocupante 75% de los peruanos trabaja desmotivado, reflejando un malestar generalizado hacia las condiciones laborales.
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La situación económica del país no favorece a la juventud, ya que el ingreso promedio mensual de S/1.716 es desalentador para los jóvenes, quienes apenas alcanzan un ingreso promedio de S/1.133. Esta diferencia se manifiesta aún más drásticamente en las tasas de desempleo que afectan a este grupo etario, siendo de 11,6%, en comparación con el 5,7% para adultos de 25 a 44 años y el 3,7% para aquellos que tienen más de 44 años.
Por otra parte, es alarmante que un millón y medio de jóvenes se clasifiquen como “ninis” (no estudian ni trabajan). Esta realidad no solo impacta en su desarrollo personal, sino que también refleja el escaso apoyo institucional que se les brinda. En particular, en las zonas más vulnerables, son las mujeres quienes sufren aún más, dado que tradicionalmente asumen las responsabilidades de cuidado y labores domésticas.
Los desafíos son evidentes, y muchos de estos jóvenes piensan en emigrar para mejorar sus condiciones de vida. Según el INEI, en los primeros seis meses de 2023, más de 400.000 peruanos de entre 20 y 39 años decidieron dejar el país en busca de mejores oportunidades laborales, destacando el siempre presente dilema de la fuga de cerebros.
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En resumen, la situación laboral de los jóvenes peruanos demanda atención inmediata. Sin un fortalecimiento en la educación y la creación de políticas que verdaderamente aborden la precariedad laboral, este grupo seguirá enfrentando serios problemas para acceder a empleos dignos y satisfactorios. La precariedad y la informalidad no deben ser el destino de esta juventud, que tiene derecho a aspirar a un futuro mejor. La implementación de estrategias educativas y políticas de empleo efectivas son esenciales para revertir esta tendencia y brindarles las herramientas necesarias para desarrollarse plenamente en la economía actual.