La economía española se encuentra en una encrucijada crucial, con la próxima década delineando su futuro en un contexto de cambios globales. Avances tecnológicos, transición ecológica, desafíos demográficos y tensiones geopolíticas son los factores determinantes que marcarán el papel de España en el nuevo orden económico europeo e internacional. A pesar de haber presenciado un crecimiento notable en años recientes, facilitado principalmente por el repunte del turismo y el acceso a fondos europeos, el país sigue enfrentando debilidades estructurales que ponen en riesgo su competitividad y desarrollo a largo plazo. El Producto Interior Bruto (PIB) per cápita de España sigue rezagado en comparación con economías más robustas, como Alemania y Países Bajos. Además, la elevada deuda pública, que supera el 100% del PIB, resalta la precariedad económica que contrasta con los niveles más sostenibles de los países nórdicos.
Vea también: España rompe récords: más de 88,5 millones de turistas en 2024
Uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta España es la baja productividad laboral, que continúa por debajo de la media europea y se sitúa detrás de naciones como Alemania e Irlanda. La tasa de desempleo, que supera el 11%, así como una alta temporalidad y notables desajustes entre la oferta y demanda laboral, especialmente en sectores tecnológicos y digitales, son síntomas preocupantes de un mercado laboral que necesita urgentemente reformas profundas y políticas activas de empleo más efectivas. La incapacidad de incorporar a jóvenes y parados de larga duración al mercado laboral agrava la situación, limitando las perspectivas de desarrollo y crecimiento.
Además de los problemas en el mercado laboral, España enfrenta una carencia crítica en el ámbito de la innovación y diversificación de su economía. La inversión en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) se mantiene estancada alrededor del 1,4% del PIB, muy por debajo de la media europea. Esta falta de inversión en sectores de alto valor añadido limita las oportunidades de crecimiento y la capacidad de España para competir en el ámbito internacional. A pesar de las oportunidades que presenta la transición hacia un modelo más sostenible, el país aún padece problemas de burocracia que obstaculizan el avance en energías renovables, un sector que podría catapultar a España a un papel de liderazgo en la infraestructura energética global.
Los retos demográficos también presentan un panorama sombrío. Con una tasa de natalidad de solo 1,2 hijos por mujer, España se encuentra lejos del nivel de reemplazo poblacional necesario, lo que pone en riesgo la sostenibilidad del sistema de bienestar en el largo plazo. Para abordar estas inquietudes, se requerirán políticas que fomenten el crecimiento demográfico, incluyendo un sólido apoyo a las familias y estrategias de gestión de la inmigración que ayuden a revitalizar el mercado laboral. En el contexto internacional, las tensiones crecientes entre Estados Unidos y China añaden una capa adicional de incertidumbre para la economía española, particularmente en lo que respecta a las cadenas de suministro y la necesidad de aumentar el gasto en defensa para mantener un papel geopolítico relevante.
Con miras al futuro, España se encuentra ante dos escenarios posibles para 2035. En un escenario optimista, el país podría ver un aumento substancial en la inversión en I+D+i, alcanzando hasta el 3% del PIB, posicionándose como líder en innovación en áreas como inteligencia artificial, biotecnología y energías renovables. Este futuro ideal incluye una transformación digital efectiva que mejoraría la productividad y una independencia energética, donde España se consolidaría como un exportador neto de energías limpias. Por el contrario, un escenario pesimista podría resultar en un estancamiento perpetuo de la inversión en innovación, desajustes persistentes en el mercado laboral y una carga fiscal excesiva que podría llevar la deuda pública a niveles alarmantes.
Vea también: Galicia revoluciona el reciclaje textil con una inversión de 25 millones
Las decisiones que se tomen en los próximos años serán vitales para determinar la dirección que tomará España. La oportunidad de posicionarse como un referente internacional en sostenibilidad y tecnología está sobre la mesa, pero un enfoque conservador o insuficiente podría dejar al país rezagado en comparación con otros competidores más proactivos. Para navegar estos desafíos, es imperativo que los líderes y responsables de políticas aborden con visión estratégica las necesidades contemporáneas, pensando en un futuro mejor para las próximas generaciones.