El consumidor español afronta el año 2025 con una nueva mentalidad tras la recuperación económica post-pandemia y una alentadora mejora en la capacidad de ingresos, gracias a la expectativa de un aumento en el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Sin embargo, a pesar de esta mejora en la situación económica, una tendencia notable ha emergido: el enfoque en el ahorro en lugar del consumo. Según el estudio «Next Consumer» de Simon-Kucher, tres de cada cuatro españoles esperan un incremento en sus ingresos, pero menos del 20% está dispuesto a destinar ese golpe de fortuna a un mayor consumo. Este cambio de perspectiva se traduce en que los consumidores han pasado de un «No puedo, aunque quiero» a un más contundente «Puedo, pero no quiero», estableciendo una nueva realidad en la dinámica del gasto y la economía.
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La generación más joven muestra un ligero atisbo de esperanza en cuanto al gasto, ya que cuatro de cada diez jóvenes planean seguir consumiendo más. Este grupo, impregnado de la filosofía ‘YOLO’ (You Only Live Once), establece un contraste con el resto de la población que, en su mayoría, opta por la prudencia. A este respecto, la tasa de ahorro en España se ha disparado, superando el 20% de los ingresos familiares, convirtiéndose en uno de los períodos más altos de los últimos años. Este cambio en la actitud consumista hacia el ahorro está generado por una serie de factores socioeconómicos y psicológicos que deben ser considerados cuidadosamente por las empresas que buscan fomentar el consumo.
Miguel Afán de Ribera, socio de Simon-Kucher, advierte que 2025 se presenta como un reto para muchas empresas, que se enfrentarán a una escasez de demanda que no se podrá reactivar simplemente a través de promociones o incentivos. Los consumidores han adoptado una mentalidad más conservadora, lo que les lleva a elegir entre gastar o ahorrar, priorizando la seguridad financiera personal. Este cambio también refleja un contexto económico más incierto, caracterizado por inestabilidad política y crisis energéticas, que ha llevado a los consumidores a adoptar una postura más cautelosa ante el futuro.
El análisis ofrece tres razones fundamentales para esta nueva tendencia hacia la prudencia: primero, la incertidumbre económica que ha fraguado la decisión de priorizar el ahorro, en un contexto de altibajos económicos recientes. Segundo, el envejecimiento de la población, que tiende a comportamientos más conservadores y menos disposición a invertir en bienes de consumo, ya que muchas de sus necesidades básicas ya están satisfechas. Por último, la caída de los tipos de interés ha aliviado ciertas cargas financieras, pero a su vez ha incentivado un enfoque de ahorro a corto plazo para estar preparados ante contingencias, restringiendo el consumo inmediato.
A pesar de este nuevo enfoque en el ahorro, se prevé que el impacto de la inflación provocará un aumento general en el gasto, lo que obligará a los consumidores a ajustar su comportamiento de compra. Este cambio de comportamiento se traducirá en una redistribución de sus prioridades de consumo, fomentando prácticas como el ‘downtrading’, donde se opta por versiones más asequibles de productos y servicios. Un desafío importante será cómo los consumidores manejarán su gasto diario; muchas comidas fuera de casa se sustituirán por alternativas más económicas, como comidas preparadas en casa, mientras que las salidas a restaurantes se reservarán para ocasiones especiales.
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El consumidor español de 2025 se caracteriza por una creciente cautela y un enfoque renovado hacia la gestión de su economía personal. Las empresas deberán adaptarse a esta nueva mentalidad si desean sobrevivir y prosperar en un entorno comercial que exige flexibilidad y comprensión de las nuevas prioridades de los consumidores. La capacidad de las marcas para conectarse emocionalmente con los consumidores, ofreciendo no solo productos, sino también valor y seguridad en el gasto, será crucial para captar su atención en este nuevo contexto económico.