Brasil y su paradoja económica, la novena economía más grande del mundo, cerró 2024 con logros significativos en la reducción de la pobreza y un crecimiento sostenido. Sin embargo, la devaluación del real, la fuga de capitales y las tensiones fiscales ponen en jaque la sostenibilidad de estos avances, reavivando un dilema histórico: la expansión del gasto social frente a la necesidad de austeridad fiscal.
Avances en la lucha contra la pobreza
En 2023, Brasil alcanzó los niveles más bajos de pobreza desde que se iniciaron las mediciones comparables en 2012. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), la pobreza se redujo al 27,4% y la pobreza extrema cayó al 4,4%. Este hito superó los logros del «pico» de las políticas sociales en 2014, consolidando al programa Bolsa Família como un pilar central en la distribución de recursos.
Vea también: Expansión industrial brasileña en Alto Paraná
El mercado laboral también desempeñó un papel crucial. Los ingresos promedio aumentaron un 8,3%, impulsados por la reactivación económica, mientras que el salario mínimo experimentó un incremento significativo. La región norte destacó con una disminución del 45,1% en la pobreza extrema y un aumento del 11,34% en los ingresos reales, reflejando un impacto positivo en las zonas más vulnerables.
Sin embargo, las desigualdades persisten. Estados como Maranhão y Piauí presentan tasas de pobreza extrema superiores al 20%, en contraste con Santa Catarina, donde esta cifra es menor al 2%. Las brechas regionales, acompañadas de retos en seguridad y corrupción, evidencian la complejidad del desarrollo inclusivo en un país de dimensiones continentales.
Fuga de capitales y devaluación del real
El crecimiento económico de Brasil, con un PIB que creció un 2,2% en 2024, ha estado acompañado por una creciente fuga de capitales. En 2024, el flujo cambiario negativo alcanzó los 15.900 millones de dólares, la mayor salida desde 2008. Además, el real brasileño se devaluó un 27%, generando preocupación entre los inversores internacionales.
Esta situación llevó a la calificadora Fitch a cambiar la perspectiva de Brasil de «estable» a «negativa». La incertidumbre fiscal y la falta de reformas estructurales son factores que alimentan esta desconfianza. El déficit fiscal, que alcanzó el 9,5% del PIB, representa un obstáculo significativo para la estabilidad económica a largo plazo.
El dilema de Lula: gasto social o austeridad
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva enfrenta un complejo equilibrio entre satisfacer las demandas sociales de su base electoral y cumplir con las expectativas de los mercados. Su gobierno ha propuesto un “ancla fiscal” que limita el crecimiento del gasto público al aumento de los ingresos. Sin embargo, los analistas consideran que estas medidas son insuficientes sin una reforma fiscal integral.
La reforma tributaria, diseñada para simplificar el sistema impositivo, busca consolidar varios impuestos en un único Impuesto al Valor Agregado (IVA). Según el Ministerio de Hacienda, esta medida podría aumentar la competitividad empresarial y reducir los costos administrativos. A pesar de ello, enfrenta resistencias en el Congreso y preocupaciones del sector privado sobre su impacto en las pymes.
Impacto en las relaciones regionales y fronterizas
La devaluación del real ha beneficiado al turismo de compras en ciudades fronterizas como Rivera (Uruguay) y Ciudad del Este (Paraguay), pero también ha generado retos para los comerciantes locales. Uruguay, principal socio comercial de Brasil en el Mercosur, enfrenta incertidumbre debido a la volatilidad económica brasileña, mientras que Argentina intensifica su dependencia de Brasil como destino de exportaciones.
Política monetaria y control inflacionario
El Banco Central de Brasil, liderado por Roberto Campos Neto, ha mantenido una política monetaria restrictiva con una tasa de interés Selic del 13,75% al inicio de 2024. Aunque se han realizado recortes graduales, la tasa sigue siendo alta en comparación con otros mercados emergentes. Esta medida ha sido efectiva para controlar la inflación, que cerró en un 4,2% en 2023, pero también ha generado críticas desde el gobierno y el sector empresarial.
Inversión extranjera y comercio exterior
A pesar de los desafíos internos, Brasil atrajo 85.000 millones de dólares en inversión extranjera directa en 2023. Proyectos en energías renovables, infraestructura y tecnología lideraron estas inversiones. En el comercio exterior, China sigue siendo el principal socio comercial, representando más del 30% de las exportaciones totales. Paralelamente, el gobierno busca diversificar mercados fortaleciendo relaciones con la Unión Europea y explorando oportunidades en África y Oriente Medio.
El costo de la desigualdad y los retos pendientes
A pesar de los avances, Brasil sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo. El coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en la distribución del ingreso, permanece en 0,53. Además, el 21% de la población enfrenta inseguridad alimentaria, y las brechas educativas continúan limitando las oportunidades laborales.
Vea también: Brasil como protagonista en FITUR 2025
Brasil enfrenta un futuro incierto en el que debe equilibrar el crecimiento económico con la justicia social. Las reformas fiscales, las inversiones en infraestructura y una mayor integración regional son esenciales para consolidar los avances logrados y garantizar un desarrollo sostenible. El destino de Brasil no solo afectará a sus 203 millones de habitantes, sino también al resto de América Latina, reafirmando su papel como potencia regional.