Brasil y la bioeconomía, de la crisis global al liderazgo verde, en medio de una coyuntura internacional marcada por tensiones comerciales y una creciente urgencia climática, Brasil ha decidido no quedarse a la defensiva. Mientras potencias globales reconfiguran sus políticas de intercambio y los efectos del cambio climático se hacen cada vez más palpables, el país sudamericano ha optado por transformar los desafíos en motores de cambio. En lugar de ver el caos global como una amenaza, lo está reinterpretando como una plataforma para acelerar una transformación profunda: la apuesta por una bioeconomía robusta, inclusiva y sustentable.
Esta decisión estratégica no solo responde a una lógica de supervivencia económica, sino también a una visión de futuro. Brasil, con su vasta biodiversidad, liderazgo en agronegocios y un ecosistema de innovación emergente, se posiciona como un actor clave en la transición hacia modelos de producción que respeten los límites planetarios y promuevan el bienestar social.
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El contexto internacional: amenazas convertidas en oportunidades
Las recientes medidas arancelarias implementadas por Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump han generado incertidumbre en múltiples sectores económicos. Para muchos países latinoamericanos, estas restricciones representan una amenaza directa a sus exportaciones. Sin embargo, en Brasil, esta situación ha sido interpretada por líderes políticos y empresariales como un llamado a diversificar su economía, fortalecer sus capacidades locales y acelerar la transición hacia un modelo productivo basado en el valor agregado de sus recursos naturales.
Carlos Fávaro, ministro de Agricultura de Brasil, fue directo en su análisis durante un evento en Mato Grosso sobre etanol de maíz: “Brasil es altamente competitivo, especialmente en el sector agropecuario. Si actuamos con inteligencia, esta coyuntura puede convertirse en una gran oportunidad para el país”. Su afirmación resume la estrategia de fondo: aprovechar la capacidad instalada del agronegocio brasileño para dar un salto hacia un modelo más sofisticado, con valor agregado, innovación tecnológica y respeto ambiental.
La lógica es clara. En un mundo donde las cadenas de suministro se están reorganizando y los consumidores demandan productos más sustentables, Brasil puede posicionarse como proveedor confiable de alimentos, energía y bioproductos que cumplen con estándares ambientales exigentes. La bioeconomía, entendida como el conjunto de actividades económicas basadas en el uso racional de la biodiversidad y los recursos biológicos, emerge así como el eje vertebral de una nueva política de desarrollo.
El corazón de la transformación: la Amazonía como epicentro del futuro
En paralelo a los esfuerzos por consolidar su presencia global en sectores como la agroindustria y los biocombustibles, Brasil está llevando adelante una de las iniciativas más ambiciosas del hemisferio en materia de bioeconomía forestal. Se trata del Parque de Bioeconomía e Innovación de la Amazonía, un megaproyecto que se construye en la ciudad de Belém, capital del estado de Pará, y que será inaugurado antes de la celebración de la COP30 en 2025.
Con un avance del 70% en su infraestructura, este complejo se instala en los antiguos almacenes del puerto de Belém, en un espacio simbólicamente recuperado para el futuro. Allí confluirán más de 200 startups, empresas comunitarias, investigadores, universidades, centros de innovación y organizaciones sociales que trabajarán de manera conjunta para generar valor a partir de la biodiversidad amazónica.
La propuesta es audaz: convertir a la Amazonía en un motor de desarrollo que no dependa de la deforestación ni de modelos extractivistas, sino del conocimiento, la tecnología y el respeto por las comunidades tradicionales. El parque incluirá un centro de negocios para emprendimientos innovadores, un laboratorio-fábrica para desarrollar productos como alimentos, cosméticos y medicamentos a partir de recursos forestales, y una estructura de gobernanza que integra inversión pública, financiación privada y cooperación científica.
Helder Barbalho, gobernador de Pará, subrayó la importancia de esta iniciativa: “Queremos que Brasil lidere la bioeconomía a nivel mundial. Este parque es una plataforma que combina conservación, ciencia y generación de riqueza para las comunidades locales”. Su visión es compartida por Camille Bemerguy, secretaria adjunta de Bioeconomía del estado, quien enfatiza la importancia de construir cadenas de valor regenerativas que mantengan el equilibrio ecológico de la selva y mejoren las condiciones de vida de sus habitantes.
Ciencia, tecnología y saberes ancestrales: una alianza para el futuro
Una de las características distintivas del modelo brasileño de bioeconomía es su enfoque integrador. No se trata únicamente de aplicar ciencia de punta y tecnologías digitales a los procesos productivos, sino también de incorporar el conocimiento tradicional de las comunidades indígenas y ribereñas que han convivido durante siglos con el ecosistema amazónico.
Este enfoque intercultural se refleja en la manera en que se diseñan los proyectos de innovación dentro del Parque de Bioeconomía. Por ejemplo, el uso de inteligencia artificial y big data no se plantea como una sustitución del conocimiento local, sino como una herramienta para potenciarlo, documentarlo y conectarlo con mercados internacionales. El objetivo es construir una nueva narrativa de desarrollo donde la selva no sea un obstáculo, sino un activo estratégico.
La sinergia entre universidades, laboratorios, emprendedores rurales y líderes comunitarios está llamada a crear una nueva clase de productos con alto valor agregado, que puedan competir en mercados globales cada vez más atentos a la trazabilidad, la sustentabilidad y la justicia social.
De modelo extractivo a paradigma regenerativo
Durante décadas, la Amazonía fue tratada como una frontera económica que debía ser conquistada mediante carreteras, pasturas y monocultivos. Hoy, ese paradigma está siendo desafiado por un enfoque regenerativo que busca no solo preservar, sino restaurar ecosistemas degradados y reconstruir los vínculos entre naturaleza, economía y sociedad.
La bioeconomía, en este sentido, representa mucho más que un conjunto de sectores productivos. Es una visión de país, una propuesta civilizatoria que plantea cómo vivir y prosperar sin destruir las bases ecológicas de la vida. En Brasil, esta idea no es solo un discurso, sino una serie de políticas públicas, inversiones estratégicas y marcos normativos que comienzan a consolidarse.
Ejemplos de esto son los programas de incentivos para productos no maderables del bosque, las líneas de crédito para emprendimientos bioeconómicos liderados por mujeres o jóvenes rurales, y la articulación entre los ministerios de Medio Ambiente, Ciencia y Tecnología, Desarrollo Regional y Agricultura para coordinar esfuerzos.
Narrativas de resiliencia frente al colapso climático y comercial
En lugar de negar las múltiples crisis que enfrenta el mundo desde el cambio climático hasta el proteccionismo económico, Brasil está elaborando una narrativa resiliente que asume esas crisis como impulsores del cambio. Esta narrativa se expresa en los discursos políticos, pero también en decisiones presupuestarias, marcos regulatorios y proyectos concretos.
En un momento donde otros países aún se debaten entre viejas recetas de crecimiento basado en el extractivismo o la industrialización fósil, Brasil está apostando por convertirse en referente de un nuevo modelo económico centrado en la vida. Esto no significa renunciar al comercio internacional ni a la competitividad global, sino redefinir qué se produce, cómo se produce y para quién.
Proyecciones a futuro: ¿puede Brasil liderar la bioeconomía global?
Las proyecciones son alentadoras. Según estimaciones del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), la bioeconomía podría representar hasta el 15% del PIB brasileño en las próximas dos décadas si se consolida un marco institucional adecuado y se profundizan las alianzas público-privadas.
Además, con eventos como la COP30 a celebrarse en Belém en 2025, Brasil tiene la oportunidad de mostrar al mundo sus avances en conservación, innovación y economía regenerativa. La visibilidad internacional de estos esfuerzos podría traducirse en nuevas inversiones, cooperación técnica y acceso preferencial a mercados comprometidos con la sostenibilidad.
Sin embargo, para que esta apuesta tenga éxito, será necesario sostener una visión de largo plazo, blindar los avances contra retrocesos políticos y garantizar que los beneficios de la bioeconomía lleguen efectivamente a las poblaciones que históricamente han sido excluidas del desarrollo.
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Una encrucijada transformadora
Brasil está en un momento decisivo. La confluencia de crisis globales, recursos naturales estratégicos, capacidades científicas emergentes y una visión política audaz le otorgan la posibilidad de convertirse en líder de la economía del siglo XXI. La bioeconomía no es solo una alternativa ecológica; es una propuesta económica sólida, adaptable y capaz de generar valor compartido.
Si el país logra consolidar esta transición con inclusión, transparencia y colaboración, no solo habrá encontrado una salida digna a los desafíos actuales, sino que también ofrecerá al mundo un modelo viable de desarrollo sostenible. En tiempos de colapso e incertidumbre, Brasil podría convertirse en faro de esperanza, mostrando que sí es posible crecer cuidando la vida.