La carne vacuna aumenta 4,1% en abril y supera la inflación anual
El precio de la carne vacuna en Argentina volvió a ubicarse en el centro del debate económico tras un nuevo incremento durante abril. Según datos del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), el valor promedio del producto registró una suba del 4,1% mensual, ubicando el kilo en $11.465. Esta evolución representa una variación acumulada del 60,1% interanual, superando ampliamente al índice de inflación general que, hasta marzo, acumulaba 51,6%.
El informe del IPCVA surge justo en un contexto de alta sensibilidad económica, marcado por la inflación persistente y el impacto en los precios de alimentos esenciales. Aunque el dato oficial de inflación correspondiente a abril se conocerá en los próximos días, la evolución del precio de la carne ya adelanta un comportamiento inflacionario que se sigue trasladando al consumo básico de los hogares.
La carne le gana a la inflación: un dato que preocupa
Uno de los aspectos más llamativos del informe es que la carne vacuna muestra una evolución de precios superior a la inflación general. Mientras el índice de precios al consumidor (IPC) alcanzó 8,6% en el acumulado del año hasta marzo, la carne ya trepa al 24,07% en el mismo período. Esto implica que este alimento no solo encarece la canasta básica, sino que lo hace más rápido que el promedio general de bienes y servicios, erosionando el poder adquisitivo del consumidor.
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Este dato es particularmente relevante si se considera que la carne vacuna forma parte de la dieta tradicional argentina. Un producto que, además de su peso nutricional, tiene un fuerte valor cultural. El hecho de que sus precios evolucionen por encima del promedio inflacionario implica que muchas familias deben recortar su consumo o buscar alternativas más económicas.
Los cortes populares, los más golpeados
Un análisis más detallado de la evolución de precios muestra que no todos los cortes aumentaron por igual. Algunos de los cortes considerados más populares fueron justamente los que encabezaron las subas. Por ejemplo, el osobuco y la paleta subieron un 6,5%, la colita de cuadril un 5,7% y tanto la tapa de nalga como el roast beef tuvieron incrementos del 5,4%.
Estos datos reflejan una presión directa sobre las opciones más accesibles para las familias. A diferencia de los cortes premium, estos productos suelen ser elegidos para preparar comidas cotidianas como guisos, milanesas o estofados. Por tanto, el alza en su valor impacta de manera directa en el presupuesto del consumidor promedio.
Por el contrario, algunos cortes presentaron variaciones más moderadas. El matambre subió apenas un 1%, el vacío lo hizo un 2,4% y la carnaza común aumentó un 2,5%. Si bien estos porcentajes pueden parecer bajos en comparación con otros productos de la canasta, siguen sumándose a una tendencia alcista que viene desde hace varios meses.
Diferencias por canal de venta: carnicerías vs supermercados
El informe del IPCVA también destaca las diferencias según el canal de venta. De acuerdo con el relevamiento, el aumento fue más notorio en las carnicerías que en los supermercados. Esto responde a factores como la escala de compra, la logística y los márgenes de ganancia, que pueden variar considerablemente entre un comercio barrial y una gran cadena de retail.
Las carnicerías, que suelen operar con menor volumen y dependen más directamente de los precios mayoristas del mercado local, trasladan más rápidamente las variaciones a los precios de mostrador. Por su parte, los supermercados —con una cadena de suministro más extensa— tienden a amortiguar las subas durante algunos días o semanas, pero también terminan ajustando con el tiempo.
Disparidad según nivel socioeconómico
Otro aspecto relevante del informe es la diferencia en la evolución de precios según el perfil del barrio donde se ubican los puntos de venta. En los barrios de nivel socioeconómico alto, el alza fue del 2,7%, mientras que en las zonas de ingresos medios alcanzó el 5,1% y en los sectores de bajos recursos fue del 3,4%.
Este fenómeno puede explicarse por múltiples factores. En primer lugar, los sectores de mayores ingresos tienden a tener acceso a supermercados de grandes cadenas, que logran contener un poco más los precios. En cambio, en las zonas de menores ingresos, la carne suele comprarse en carnicerías de barrio, donde el impacto de los aumentos es más inmediato.
También puede haber diferencias en los tipos de cortes consumidos y en la rotación del stock. En sectores de altos ingresos, se consumen cortes de mayor valor unitario que pueden tener una dinámica de precios distinta. Mientras tanto, en los barrios populares la demanda se concentra en cortes más económicos, que fueron precisamente los que más aumentaron.
Comparación con otras proteínas: el pollo lidera la suba
La carne vacuna no fue, sin embargo, la proteína que más subió en abril. Según el informe, el precio del pollo registró un incremento del 10,7%, lo cual lo convierte en el producto cárnico de mayor alza en el mes. Este dato sorprende, ya que el pollo venía manteniéndose como una alternativa más estable en cuanto a precios.
El cerdo, por su parte, tuvo un aumento más moderado: el pechito subió un 3,1%. Esto refleja una tendencia general de encarecimiento de las proteínas animales, aunque en diferente magnitud.
Este contexto plantea un desafío para las familias argentinas que deben reorganizar su dieta semanal según el comportamiento de los precios. Si bien históricamente la carne vacuna fue la preferida, hoy muchos hogares se ven obligados a reemplazarla por pollo o cerdo según su disponibilidad económica.
Una suba con múltiples factores
El aumento de la carne responde a una combinación de causas estructurales y coyunturales. Entre los factores estructurales se encuentra la estacionalidad —en otoño e invierno suele reducirse la oferta—, así como los costos crecientes en la cadena de producción, desde el maíz y la soja para alimentar al ganado hasta el transporte.
En el plano coyuntural, la devaluación, los cambios fiscales y la incertidumbre macroeconómica generan una presión adicional sobre los formadores de precios, que tienden a adelantarse a posibles aumentos futuros trasladando los costos al consumidor.
Además, la exportación de carne —sobre todo hacia China— continúa teniendo un efecto indirecto sobre el mercado interno, ya que muchos productores prefieren vender al exterior ante mejores condiciones de rentabilidad.
El encarecimiento sostenido de la carne vacuna ya está generando cambios en los patrones de consumo. Algunas encuestas revelan que las familias argentinas están comprando menos carne por semana o sustituyendo cortes tradicionales por opciones más económicas.
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La continuidad de esta tendencia podría tener implicancias tanto sociales como económicas. Por un lado, una caída prolongada en el consumo afectaría a miles de pequeños productores y trabajadores vinculados a la industria cárnica. Por otro lado, podría profundizar la inseguridad alimentaria en sectores vulnerables, especialmente en niños y adolescentes para quienes la proteína animal es clave.
Todo indica que, salvo medidas concretas para controlar los costos y aumentar la oferta interna, el precio de la carne seguirá siendo una variable de preocupación en los próximos meses.