El consumo en supermercados argentinos sigue en baja y refleja la crisis económica
La retracción del consumo en Argentina continúa profundizándose y enero de 2025 trajo consigo cifras que reflejan el duro contexto que atraviesan millones de familias. Según datos oficiales, las ventas en supermercados a nivel nacional se redujeron un 10,2% en comparación con enero de 2023, evidenciando una marcada caída del poder adquisitivo y el efecto directo de la inflación y la recesión en los hábitos de consumo.
El informe fue elaborado por el Ministerio de Economía de la provincia de Buenos Aires, pero incluye cifras a nivel nacional, lo que permite tener una visión más completa del estado actual del consumo interno. Tanto el gobernador bonaerense Axel Kicillof como el ministro de Economía provincial, Pablo López, hicieron hincapié en la gravedad del panorama económico, señalando que la capacidad de compra de la población se encuentra severamente deteriorada.
Fuerte retroceso en rubros esenciales
Uno de los aspectos más alarmantes del informe es el impacto en rubros de consumo masivo, donde la contracción ha sido aún más intensa. La categoría de bebidas registró una caída del 18%, seguida por frutas y verduras con una baja del 12,4%. Estos productos, considerados esenciales en la canasta básica, suelen ser un termómetro preciso del poder de compra de las familias. Su caída no solo señala una crisis de consumo, sino también posibles problemas nutricionales y de acceso a productos frescos.
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El rubro almacén, que incluye alimentos no perecederos, tuvo un descenso del 10,1%, mientras que los productos de limpieza y perfumería bajaron un 6,7%. También se destacaron caídas en sectores más vinculados al consumo no esencial, como indumentaria y textiles para el hogar, que retrocedieron un 15,2%, y electrodomésticos y artículos del hogar, con una fuerte contracción del 34,4%, mostrando claramente la postergación de compras de largo plazo por parte de los hogares argentinos.
Estas cifras reflejan un comportamiento de consumo más conservador, en el que las familias priorizan cubrir sus necesidades inmediatas y postergan cualquier tipo de gasto adicional o no esencial. Se trata de un patrón habitual en contextos inflacionarios y de alta incertidumbre económica.
El panorama en la provincia de Buenos Aires
En el caso particular de la provincia de Buenos Aires, que representa una parte significativa del mercado nacional por su densidad poblacional, las cifras también resultan desalentadoras. En 2024, las ventas en supermercados dentro del territorio bonaerense cayeron un 9% en términos reales, es decir, descontando el efecto de la inflación.
Para enero de 2025, la tendencia no se revierte: las ventas en la provincia volvieron a estar un 9% por debajo del mismo mes de 2023. El ministro Pablo López expresó su preocupación por la persistencia de estos indicadores negativos y recalcó que sin una mejora en los ingresos y el empleo no es posible esperar una recuperación sostenida del consumo.
Causas estructurales del descenso
Detrás de esta baja en las ventas se encuentra una combinación de factores que han convergido en una crisis de poder adquisitivo. La inflación acumulada, que sigue siendo elevada pese a algunos esfuerzos de estabilización, ha deteriorado fuertemente el salario real. Muchas familias argentinas deben destinar una porción cada vez mayor de sus ingresos a alimentos, servicios y transporte, reduciendo así el margen para otro tipo de consumos.
Además, el contexto laboral también incide: si bien el desempleo no ha registrado picos dramáticos en los últimos meses, sí se ha producido un fenómeno de precarización y estancamiento salarial. Los ingresos de muchos trabajadores no logran seguir el ritmo del aumento de precios, lo que profundiza la brecha entre ingresos y necesidades.
Consecuencias para el sector comercial
Desde el punto de vista del comercio minorista, esta retracción del consumo representa un desafío importante. Los supermercados, que históricamente han sido un canal de venta resiliente incluso en momentos de crisis, ahora deben ajustar sus estrategias, optimizar sus operaciones y enfocarse en promociones agresivas para sostener sus volúmenes de venta.
El cambio en los hábitos de consumo también impacta en la composición del ticket promedio: se reducen las compras por impulso y los consumidores optan por productos de menor precio, marcas alternativas y paquetes más pequeños. Todo esto obliga a las grandes cadenas a adaptar su oferta y repensar su logística de distribución.
En Argentina, el consumo es uno de los principales motores de la economía. Su contracción no solo refleja el deterioro de la situación social, sino que además tiene efectos multiplicadores negativos en otros sectores, como la producción industrial, el empleo y la recaudación fiscal.
La preocupación expresada por las autoridades provinciales no es menor. La caída del consumo en rubros como alimentos frescos y bebidas pone en evidencia que incluso las necesidades más básicas están siendo afectadas. Es un indicador de alerta tanto para los responsables de las políticas públicas como para los actores del sector privado.
Si bien aún es temprano para prever si la tendencia podrá revertirse en los próximos meses, la clave está en la evolución del salario real, la estabilidad de los precios y la reactivación del empleo formal. Para ello, se requerirá una política económica coherente que combine medidas fiscales, monetarias y sociales que apunten a mejorar las condiciones de vida de la población.
La reactivación del consumo no puede lograrse únicamente con incentivos puntuales, sino con un marco de estabilidad y confianza que permita a los hogares planificar su economía familiar y recuperar su capacidad de compra.
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La caída de más del 10% en las ventas de supermercados en enero de 2025 es una señal clara del difícil momento que atraviesan las familias argentinas. El ajuste se hace visible en los carritos de supermercado, en los productos que se dejan en las góndolas y en los rubros que históricamente marcaron el ritmo del consumo interno.
Mientras no se revierta la pérdida del poder adquisitivo y no se generen condiciones económicas más estables, el consumo seguirá resentido, afectando a toda la cadena de valor. Las autoridades provinciales han dado una señal de alerta, pero el desafío mayor será articular respuestas que lleguen efectivamente al bolsillo de los ciudadanos.
