Por Neil Saunders
Tupperware puede ser una marca icónica, pero ese estatus no la hace inmune a las fuerzas del mercado.
La solicitud de quiebra presentada ayer no fue una sorpresa. Se produce tras más de un año de reestructuración fallida después de que la compañía cayera en dificultades financieras.
Estas dificultades están, a su vez, vinculadas a problemas con su propuesta de valor.
La primera, y más obvia, es la forma de vender. En algunas categorías, el modelo de venta directa todavía tiene relevancia. Pero para productos de almacenamiento y utensilios de cocina, ya no es tan importante como solía ser. Tupperware luchó por retener a sus representantes, lo que afectó las ventas.
La segunda es la naturaleza del producto. El almacenamiento no es algo que las personas compren de manera recurrente. Actualizan y cambian ocasionalmente, pero la frecuencia de compra es relativamente baja. Esa es una de las razones por las que la venta directa funciona mejor en categorías como la belleza: hay constantes oportunidades para revender y reabastecer a los clientes habituales.
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La tercera es el precio de los productos. Como muestran las fotos a continuación, Tupperware había comenzado a incursionar en el retail a través de una asociación con Target. Sin embargo, los productos eran algunos de los más caros en los estantes. Eso podría justificarse por la calidad, pero para un artículo básico como el almacenamiento, la mayoría de la gente se conforma con alternativas más baratas. Y hay muchas, desde productos de marca propia (de los cuales Target tiene muchos) hasta opciones ultraeconómicas en Temu.
El último punto es que Tupperware, aunque tenía productos atractivos, simplemente parecía haber dejado de innovar y de lanzar gadgets de cocina revolucionarios.
El estatus icónico no proporciona protección a una empresa que dejó de evolucionar con el tiempo.