«Ser un líder empático no es incompatible con ser un líder exigente» es el tema que propone Willem F. Schol, Presidente de AmericaRetail & Malls.
En un artículo reciente reflexioné sobre la importancia de la empatía en el liderazgo como clave para alcanzar el éxito en los negocios. Esto generó múltiples comentarios y preguntas, siendo las más frecuentes: 1) ¿Cómo se puede ser un líder empático sin dejar de ser exigente? Y 2) ¿Cómo deben entender este equilibrio los subordinados?
Estas dudas reflejan un concepto erróneo común en el mundo empresarial: la percepción de que la empatía y la exigencia son cualidades incompatibles. Por un lado, se teme que un líder empático sea visto como débil o permisivo, mientras que un líder exigente podría ser percibido como frío o insensible. Sin embargo, lejos de ser opuestos, estos dos rasgos pueden coexistir y, al complementarse, potenciar la capacidad de un líder para transformar equipos y lograr resultados excepcionales.
El artículo “Ser un líder empático: una decisión transformadora” resalta cómo la empatía, lejos de ser una mera cualidad personal, es una herramienta estratégica que permite al líder conectar con su equipo, fomentar la confianza y generar un ambiente laboral positivo. Pero ser empático no implica renunciar a la exigencia.
El equilibrio entre empatía y exigencia
La empatía no consiste en bajar los estándares, sino en comprender las necesidades y desafíos individuales de cada colaborador para motivarlos de manera efectiva. Por su parte, la exigencia implica establecer metas claras, promover la excelencia y desafiar a las personas a alcanzar su máximo potencial. Cuando estos elementos se equilibran, se crea un liderazgo que inspira y, al mismo tiempo, impulsa el desempeño.
Un líder empático y exigente:
- Establece objetivos ambiciosos y asegura que su equipo cuente con los recursos y el apoyo necesarios para alcanzarlos.
- Brinda retroalimentación constructiva, considerando el contexto personal de cada colaborador, pero señalando con claridad las áreas de mejora.
- Fortalece relaciones basadas en confianza y respeto, incrementando el compromiso y la motivación.
- Reconoce los logros individuales y colectivos, valorando tanto los resultados como el esfuerzo detrás de ellos.
Vea también: Ser un Líder Empático: Una Decisión Transformadora
Este tipo de liderazgo no solo beneficia al equipo, que se siente valorado y retado al mismo tiempo, sino también a la organización, que puede alcanzar niveles más altos de productividad y cohesión.
Cómo los subordinados deben entender este equilibrio
Para los subordinados, comprender este modelo de liderazgo es esencial para establecer expectativas realistas y aprovechar al máximo la relación con su líder. La empatía no debe interpretarse como indulgencia ni la exigencia como una carga injusta.
Estos son los puntos clave que los colaboradores deben tener en cuenta:
- La empatía no implica relajar estándares:
Un líder empático entiende sus desafíos, pero no bajará las metas. Su rol es apoyarlos para superar los obstáculos y alcanzar los objetivos establecidos. - La exigencia es una muestra de confianza:
Cuando un líder plantea altos estándares, lo hace porque confía en su capacidad. No es una presión innecesaria, sino una oportunidad para demostrar y desarrollar su potencial. - La comunicación es fundamental:
Un líder empático necesita información para ayudarlos. Sean honestos sobre sus dificultades, pero también estén abiertos a recibir críticas constructivas que los ayuden a crecer. - El apoyo no elimina su responsabilidad:
Aunque su líder esté allí para guiarlos, el éxito depende de su compromiso y desempeño. Su función es acompañarlos, no hacer el trabajo por ustedes. - El crecimiento surge del equilibrio:
La combinación de empatía y exigencia crea un ambiente donde pueden aprender y superar sus límites, sabiendo que tienen apoyo, pero también responsabilidad.
El liderazgo del futuro
En un entorno empresarial cada vez más dinámico y desafiante, las organizaciones necesitan líderes capaces de combinar humanidad con altos estándares. Ser empático no significa ser permisivo, y ser exigente no implica ser insensible. La verdadera eficacia radica en integrar ambas cualidades de manera armónica.
Este tipo de liderazgo no solo transforma equipos, sino que también impulsa el desarrollo de cada colaborador y, en última instancia, el éxito de la organización. Ser un líder empático y exigente no solo es posible, es necesario para marcar la diferencia en el mundo empresarial.