*Por Julián Colombo, fundador y CEO de N5
La innovación se ha convertido en la piedra angular del mundo empresarial y el sector financiero no es la excepción. Gracias a la incorporación de metodologías ágiles, soluciones innovadoras y tecnología disruptiva, las fintechs ganaron mucho terreno durante los últimos años. En contrapartida, los grandes bancos no han seguido este camino, a pesar de contar con muchos más recursos y un mercado consolidado. Esto nos lleva a preguntar: ¿Por qué un banco, que cuenta con miles de profesionales en tecnología y suficiente capital para invertir en innovación, pierde ante una fintech?
La respuesta más frecuente, (y equivocada) es: “porque la gente que trabaja en fintechs es diferente / más creativa/ más emprendedora que la que trabaja en bancos”.
Esta aseveración desconoce tanto la lógica como la realidad empírica: El conjunto de bancos tiene muchísimos más recursos que el conjunto de Fintechs, por lo que podría atraer al talento simplemente mejorando su compensación. Más concretamente, esto es lo que ha estado ocurriendo durante toda la última década, sin grandes impactos en las velocidades relativas de ambos tipos de instituciones.
La respuesta correcta, en su versión minimalista, es que Bancos y Fintechs no tienen el mismo punto de partida, no operan bajo las mismas reglas de juego y, lo más importante, no tienen los mismos objetivos.
Los grandes bancos tienen, por definición, un punto de partida infinitamente más complejo que el de una Fintech. Sin entrar en detalles técnicos, pensemos sólo en la gran cantidad de puntos de contacto que administran, como sucursales físicas, móviles, cajeros automáticos, fuerzas de venta y call centers y en la mayor diversidad de productos, servicios y segmentos que ofrecen. Las fintechs, por el contrario, suelen centrarse exclusivamente en el mundo digital, y un número reducido de productos y segmentos. ¿Cuántas Fintechs ofrecen financiamiento para comercio exterior, permiten pagar la nómina de empleados, tienen una sucursal para cambiar dinero físico en el aeropuerto o un banquero dedicado a asesorarnos en inversiones?
Esa diferencia en complejidad inicial, aunada a la muy superior antigüedad media de los bancos, genera lo que se llama «entropía tecnológica», que es una tendencia a la desorganización de sus sistemas. Un banco tradicional tiene miles de softwares activos que no se comunican adecuadamente, dejan de funcionar, tienen problemas de estabilidad o se vuelven obsoletos. Es extraordinariamente difícil mantener este ecosistema legado operativo y, al mismo tiempo, innovar.
La complejidad de integrar estos programas a menudo se subestima. Por ejemplo, cuando un banco compra a otro, hereda no solo a los clientes, sino también los sistemas, contratos y software de la institución adquirida. Integrar todo esto de una forma coherente es una tarea dantesca y a menudo imposible. En una analogía simple, es como cambiar el ala de un avión mientras está volando.
Pero no todo es exógeno o inevitable. Las fintechs, construyen su propio software o buscan proveedores muy especializados, los grandes bancos, más adversos al riesgo, optan por proveedores de renombre que ofrecen una amplia gama de soluciones genéricas, que son aceptables para todas las industrias, pero perfectas para ninguna. Aunque puede parecer una elección segura, estas tecnologías no se ajustan a las necesidades específicas y únicas que el sector financiero demanda, además de no haber sido diseñadas teniendo en cuenta la complejidad de los sistemas legados que estas instituciones tienen.
Otro punto para destacar es el de las reglas del juego. Aunque la regulación está tendiendo a la convergencia, aún es muy asimétrica en muchos mercados. Fintechs suelen tener un tratamiento menos estricto, en parte por cuestiones paradigmáticas, pero muchas veces por motivos lógicos. Por ejemplo, una Fintech financiada enteramente por un inversionista institucional, puede ser mucho más flexible al prestar dinero, ya que su error sólo afecta a su “dueño”, mientras que el banco presta dinero de pequeños ahorristas, a los que el regulador puede proteger limitando la laxitud de las políticas de crédito.
El punto final, y menos comentado, es que Bancos y Fintechs tienen objetivos muy diferentes, no porque los profesionales que trabajan en ellos sean esencialmente distintos, sino porque lo son sus inversores o dueños. El 94% de los bancos del mundo son rentables, mientras que solo el 1% de las Fintechs ganan dinero. Por otro lado, las fintechs innovan y crecen en cantidad de clientes a tasas diez veces superiores a las de un banco.
El inversor conoce esta realidad, y al invertir en una empresa, declara tácitamente su preferencia. Si un banco decidiera innovar y crecer a gran ritmo descuidando su rentabilidad, su dueño, podría decir: si yo hubiera querido eso, habría invertido en una Fintech.
Si una Fintech limitara su innovación y crecimiento y se enfocara inmediatamente en la rentabilidad, su dueño, podría decir: si yo hubiera querido eso, habría invertido en un banco.
Por lo tanto, la falta de innovación de los bancos en comparación con las fintechs no se debe a la falta de talento o la comprensión de su importancia. Es en gran medida una cuestión de contexto, sistemas legados complejos, estrategia tecnológica conservadora, adherencia a la regulación, y priorización de objetivos.
*Julián Colombo es fundador y CEO de N5, una empresa de software para la industria financiera. Economista con más de 20 años de experiencia, se destacó durante su tiempo en el Banco Santander, donde ocupó cargos corporativos globales y ejecutivos en más de cinco países. Posteriormente, se convirtió en miembro del Comité de Dirección Comercial del Grupo Santander después de haber sido director Global de CRM, Inteligencia de Negocios y Tecnología. Julián es graduado en Economía y Periodismo por la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA).