Por Federico H.
Ni hablar del phishing: eso solo te roba dinero; el engaño de la desinformación te roba algo mucho más difícil de recuperar.
Vivimos en una era en la que la información está al alcance de la mano, y, paradójicamente, el engaño prolifera. Las conversaciones cotidianas —ya sea en la caja del supermercado, en un taxi o en una sala de espera— revelan un patrón común: muchas personas «se tragan el cuento». Sin saberlo, dejan que creencias o verdades a medias se implanten profundamente en sus mentes, generalmente impulsadas por una figura famosa y aparentemente confiable.
Incluso yo podría caer en esta trampa. Mi única ventaja es saber que debo cuestionar lo que escucho. Trato de informarme a través de fuentes variadas y, cuando es posible, recurro a contenidos serios y bien investigados, no solo a opiniones de influencers en redes sociales. Sin embargo, ni siquiera esta precaución me exime del riesgo de ser engañado. ¿Será la curiosidad nuestra salvación?
A pesar de tener herramientas a nuestra disposición para verificar información, seguimos confiando ciegamente en figuras populares, ya sea el presidente de un país o un creador de contenido en TikTok. Si una afirmación aparece en un medio especializado, es probable que ni la leamos; la profundidad y el costo nos disuaden.
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Nos hemos acostumbrado a las «pastillas de conocimiento» de 140 caracteres o menos, un tipo de dopamina que sacia temporalmente nuestra sed de saber sin exigir nuestra atención. ¿Por qué leer un libro sobre estrategias de mercado o invertir en un curso certificado, cuando alguien ya lo explicó «rápidamente» en YouTube y, además, es gratis? Tal vez tiene que ver con algo de pereza, afán, falta de tiempo o de interés.
La calidad de los datos se subestima de maneras peligrosas. Como sociedad, somos cada vez más confiados y, a menudo, dejamos de cuestionar la veracidad de lo que consumimos. Cuanto más ocupados estemos en la supervivencia diaria o menos cultivada sea nuestra educación, más fácil es que nos manipulen. Y aquí, el dinero no marca la diferencia: lo que realmente importa es la educación de calidad. La verdadera protección contra el engaño surge de una crianza basada en valores y respeto, una educación que fomente el pensamiento crítico, y profesores comprometidos con el aprendizaje de sus alumnos, no con sus propios intereses o ideologías.
Necesitamos desarrollar la habilidad de cuestionarnos, y podemos hacerlo desde lo positivo o desde lo negativo. Preguntarse «¿por qué no puede ser así?» o «¿y si es posible que…?» es una forma sencilla pero poderosa de cuestionar la información. Si repetimos este tipo de preguntas, su poder crece. Recuerda que los niños aprenden haciendo preguntas sobre el «por qué» de las cosas; imagina el daño que les hacemos al responder con un «porque yo lo digo» o un «porque sí».
La calidad de la información es un reto enorme que excede nuestra capacidad de relacionarnos con ella. No se trata solo de la cantidad de datos, sino también del acceso y la calidad de esos datos. Según Worldometers, hasta ahora se han publicado más de 2 millones de libros y más de 3 millones de publicaciones en blogs solo en lo que va del día. Aunque estos números impresionan, los datos de los blogs probablemente son más precisos, ya que se publican en línea y en tiempo real, mientras que los libros impresos requieren un registro ISBN, lo que agrega una capa de complejidad y posible imprecisión. Estas diferencias ilustran lo fácil que es tomar cualquier dato y asumir que es preciso, generando afirmaciones vagas como «todos», «nadie», «siempre» o «nunca», que dan lugar a conflictos e interpretaciones erróneas. Como dicen los expertos: «La indeterminación es la causa de muchos conflictos».
La educación, tanto en el hogar como en las instituciones, debería enseñar y promover el uso del pensamiento crítico. ¿Cuántos «por qué» se necesitan para entender que los GPS dependen de la teoría de la relatividad de Einstein y de los principios de Newton, y que, sin ese conocimiento, los GPS dejarían de ser precisos en pocos días debido a la dilatación temporal? Estos principios pueden parecer abstractos, pero su impacto es real.
Hoy en día, herramientas como Perplexity (y otras IA accesibles) pueden ayudarnos a cuestionar la información con facilidad desde un dispositivo móvil. Solo hace falta el hábito de verificar antes de asumir.
Finalmente, ¿qué profesor o experto en física puede ayudarnos a validar las respuestas que obtenemos de estas herramientas? El verdadero desafío es aprender a discernir entre lo que es confiable y lo que no lo es, y ese es un ejercicio que debemos hacer todos los días.