«Las habilidades esenciales de un miembro de directorio en el siglo XXI» es el tema que propone Willem F. Schol, Presidente de AmericaMalls & Retail y Director de Empresas, Inspirado en una sesión de Carlos Sanhueza, como parte del Board Members Program de Tomate Consultores.
En mi rol como director de empresas, y con la convicción de que siempre hay espacio para seguir perfeccionando nuestras habilidades, decidí tomar el Board Members Program de Tomate Consultores. Lo recomiendo sin reservas. En una de las clases del programa, liderada por Carlos Sanhueza, abordamos un tema crucial: las habilidades esenciales que un director debe tener en un entorno marcado por la incertidumbre, la disrupción tecnológica y un creciente escrutinio social.
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Hoy, los directorios enfrentan exigencias sin precedentes. Ya no basta con supervisar; es imprescindible liderar desde la estrategia, el propósito y la integridad. Ser miembro de un directorio no es un premio ni un símbolo de estatus: es una responsabilidad de alto impacto.
Según lo plantea Carlos en su excelente y dinámica clase, la transformación de la función directiva exige el desarrollo de cinco habilidades fundamentales. A continuación, las detallo junto a casos que ilustran cómo se aplican en la práctica:
1. Visión estratégica y responsabilidad fiduciaria
El director debe mirar más allá del trimestre. Su función es garantizar la sostenibilidad del negocio a largo plazo, equilibrando los intereses de accionistas, colaboradores, clientes y sociedad. Para ello, es clave:
- Supervisar que la estrategia esté alineada con los valores y el propósito de la empresa.
- Evaluar al CEO y al equipo ejecutivo a partir de indicadores tanto cuantitativos como cualitativos.
- Aprobar presupuestos, planes de inversión y políticas clave.
- Actuar como “guardián institucional” frente a crisis, dilemas éticos o decisiones críticas.
La independencia de criterio y el juicio estratégico son indispensables para cumplir este rol.
2. Liderazgo colaborativo e inteligencia emocional
El arte de influir sin imponer
Esta fue una de las secciones que más me impactó de la clase de Carlos y que, en mi opinión, merece especial reflexión entre quienes seguimos profesionalmente la carrera de director de empresas.
En los directorios modernos, el liderazgo no se ejerce desde la jerarquía, sino desde la calidad de la contribución. Un buen director no monopoliza el micrófono: escucha, pregunta, provoca y construye.
¿Cómo se manifiesta este liderazgo?
- Escuchar activamente: no solo lo que se dice, sino cómo se dice. Leer el lenguaje corporal, detectar vacíos argumentales y captar lo implícito.
- Preguntar con intención: el valor de un director muchas veces no está en tener respuestas, sino en formular preguntas que estimulen la reflexión. Ejemplo: “¿Qué supuestos podrían cambiar y volver este plan inviable?”
- Disentir sin fracturar: una deliberación madura se nutre de la diferencia. Un director valioso sabe expresar desacuerdo sin confrontación ni polarización.
- Leer la dinámica del grupo: detectar tensiones, liderazgos informales o zonas de silencio. Un buen director facilita conversaciones difíciles y promueve la participación.
Algunos ejemplos de casos inspiradores:
- Indra Nooyi (directora en Amazon): ha liderado conversaciones clave sobre sostenibilidad desde la empatía y la pregunta estratégica, generando consensos sin imponer.
- Roberto Setubal (vicepresidente del directorio de Itaú Unibanco): eligió una posición discreta y reflexiva, fortaleciendo al equipo directivo mediante intervenciones puntuales y profundas.
- Marcos Galperin (Mercado Libre): al dejar la gestión operativa, transformó su estilo de liderazgo desde el “hacer” hacia el “desafiar con inteligencia”, aportando una mirada estratégica desde el board.
En todos estos casos, el liderazgo del director no se impone: se ejerce con inteligencia emocional y madurez institucional.
3. Marco PERO: una brújula para el director consciente
Como complemento, Carlos Sanhueza propone una herramienta simple pero poderosa para guiar el comportamiento de los directores: el acrónimo PERO, que resume cuatro habilidades clave que deben estar presentes en toda interacción de calidad dentro del directorio:
- P – Preguntar: Las preguntas bien formuladas abren espacios de reflexión y ayudan a ampliar la mirada colectiva.
- E – Escuchar: Escuchar activamente, con empatía y sin juzgar prematuramente, es fundamental para la confianza y la colaboración.
- R – Reflexionar: Tomarse un momento para pensar antes de intervenir permite aportar desde la profundidad y no desde la reacción.
- O – Observar: Observar no solo lo que ocurre en la sala, sino también las dinámicas, silencios, tensiones y señales no verbales.
Este enfoque convierte al board member en un actor estratégico que influye con conciencia, sensibilidad y pensamiento sistémico. El PERO no frena decisiones; las enriquece.
4. Gobernanza moderna y cultura de rendición de cuentas
Un directorio eficaz no solo se preocupa por los resultados, sino también por cómo se logran. Esto implica:
- Establecer estructuras sólidas de gobernanza: comités, controles, auditoría.
- Fomentar la transparencia en la toma de decisiones.
- Ser guardianes de la cultura organizacional y promotores de la ética.
- Asegurar la coherencia entre propósito, incentivos y comportamiento corporativo.
La gobernanza dejó de ser un tema técnico para convertirse en un elemento clave de la estrategia empresarial.
5. Adaptabilidad y aprendizaje continuo
La velocidad del cambio exige que los directores aprendan a desaprender. Las mejores prácticas de ayer no aseguran la competitividad de mañana. Un board member vigente:
- Se mantiene actualizado en temas como inteligencia artificial, sostenibilidad, ciberseguridad y economía circular.
- Reconoce sus sesgos y limitaciones.
- Busca formación externa y valora las opiniones expertas.
- Se adapta a nuevas dinámicas, sin perder el foco estratégico.
En esta era, el mejor director no es quien más sabe, sino quien más aprende.
6. Ética, propósito y conciencia social
El directorio no solo protege el patrimonio empresarial: protege su legitimidad ante la sociedad. Esto implica:
- Tomar decisiones alineadas con el bien común, más allá de la rentabilidad.
- Promover la diversidad e inclusión en todos los niveles.
- Velar por el impacto ambiental y social de la organización.
- Defender el propósito como eje rector, incluso cuando exige sacrificar resultados a corto plazo.
El verdadero liderazgo se prueba cuando hay que optar entre lo correcto y lo conveniente.
Los directorios del siglo XXI no necesitan solo expertos funcionales ni figuras de prestigio decorativo. Necesitan líderes estratégicos, emocionalmente inteligentes y éticamente comprometidos. Como plantea Carlos Sanhueza, el valor de un director no está en su currículum, sino en su capacidad de elevar la conversación, desafiar con respeto y contribuir al pensamiento colectivo.
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Ser miembro de un directorio no es solo una función técnica: es una contribución decisiva al futuro de la empresa, su cultura y su impacto en el mundo.