En un mundo que avanza a pasos agigantados, la industria de la moda no es una excepción. La rápida expansión de marcas como SHEIN, con un lanzamiento sorprendente de 1,3 millones de diseños en el último año, evidencia una tendencia que, si bien responde a la demanda de novedades constantes, también revela profundas cuestiones sobre el valor, la sostenibilidad y la filosofía de la moda moderna. Para profundizar en este debate, quiero compartir y analizar un artículo de @Lubomila Jordanova que ofrece una perspectiva valiosa sobre las transformaciones que enfrenta la industria textil. Puedes leer el artículo completo aquí.
La mentalidad de la moda ultrarrápida: un modelo insostenible
El crecimiento explosivo de la moda rápida, ejemplificado por SHEIN y Temu, ha revolucionado la forma en que consumimos ropa. La cantidad de nuevos diseños lanzados anualmente supera con creces a las marcas tradicionales —que lanzan miles y centenares de colecciones— pero a un costo. Este ritmo vertiginoso, alimentado por datos, tecnología y una producción casi sin fricción, ha llevado a una sobreproducción que tiene consecuencias devastadoras en el medio ambiente y en la ética empresarial.
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De acuerdo con Jordanova, esta estrategia basada en la escala sin restricciones está generando un costo real: desechamos 92 millones de toneladas de ropa en todo el mundo cada año y la moda ya representa el 10% de las emisiones globales de carbono. La brecha entre la producción y el valor que realmente aportamos en términos de calidad, durabilidad y ética se está ampliando rápidamente.
Este modelo, aunque lucrativo a corto plazo, claramente está agotándose. La sostenibilidad y el valor duradero han emergido como las nuevas métricas para un éxito verdaderamente sostenible.
La artesanía y la durabilidad como estrategias de valor
Lejos de la nostalgia, la artesanía y el diseño atemporal están empezando a mostrarse como estrategias clave en un mercado saturado. Jordanova destaca que las marcas que invierten en productos con valor estético, protección de márgenes y peso cultural, construyen lealtad y perduran en el tiempo. La artesanía, en este sentido, no es una tendencia, sino una forma de diferenciarse en un mercado cada vez más superficial.
Asimismo, la durabilidad, o lo que ella llama la “descarbonización que comienza con el diseño”, es fundamental. Extender la vida útil de una prenda de 5 a 50 usos puede reducir su huella de carbono hasta en un 80%. Este cambio de mentalidad, desde el diseño hasta el consumo, puede transformar por completo la relación de la moda con la sostenibilidad.
La calidad y la resonancia frente al volumen y el consumo desmedido
Los datos también indican que las marcas que priorizan la calidad y la sostenibilidad logran hasta un 35% más de retención de clientes. La clave está en la resonancia emocional y en ofrecer piezas con significado, en lugar de una avalancha de novedades. En ese sentido, Jordanova afirma que lo que perdura en la memoria del consumidor no son las innumerables piezas nuevas, sino las piezas que tienen un impacto duradero.
Este enfoque desafía la idea de que el volumen y la rapidez son siempre la mejor estrategia. La verdadera diferenciación reside en construir algo que esté pensado para durar y que genere una conexión auténtica con el cliente.
La gestión de residuos: un pasivo estratégico en crecimiento
Por último, la gestión de residuos se ha convertido en un tema que no puede ignorarse. La sobreproducción ha generando un exceso de inventario que, además de ser costoso, es cada vez más problemático a nivel regulatorio y social. La transformación en las regulaciones y en las expectativas ESG (Environmental, Social, and Governance) hace que los costos asociados a los residuos sean ahora un pasivo estratégico, que las marcas deben gestionar con responsabilidad y visión de futuro.
Reflexión final: hacer menos, hacer mejor
El mensaje de Jordanova resuena con fuerza en el contexto actual: todavía existe espacio para que la moda sea rápida, pero debe ser reflexiva y orientada a la durabilidad. La verdadera innovación y valor en la moda del siglo XXI radican en la capacidad de las marcas para hacer menos, pero hacerlo mejor.
En un mercado obsesionado con la novedad, la distinción real ya no está en la cantidad de productos, sino en su calidad, su historia y su impacto. La moda que perdurará será aquella que entienda que el valor no está en la rapidez ni en la cantidad, sino en la construcción de piezas con significado, resistencia y ética.
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La sostenibilidad, por tanto, no debe ser solo una estrategia empresarial sino un compromiso cultural. La industria tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de cambiar su filosofía y priorizar la durabilidad y la artesanía sobre la producción congivada. Solo así podrá reconectar con un consumo más consciente y crear un futuro más justo y sostenible.
