«¿El principio del fin del nearshoring? La peligrosa apuesta de EE.UU. con los nuevos aranceles» es el tema que propone Willem F. Schol, Presidente de AmericaMalls & Retail y Director de Empresas.
Durante los últimos años, el nearshoring ha sido una de las grandes tendencias geoeconómicas que han redefinido la forma en que las empresas estructuran sus cadenas de suministro. La pandemia, las tensiones comerciales con China y la necesidad de una mayor resiliencia logística impulsaron a muchas compañías a relocalizar sus operaciones cerca de Estados Unidos, especialmente en México y Canadá, países con los que comparte frontera, tratados comerciales y una larga historia de integración económica.
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Pero ahora, esta estrategia corre peligro. La reciente intención del gobierno estadounidense de aplicar aranceles recíprocos y especiales, incluso a sus socios más cercanos, como México y Canadá, podría darle un golpe mortal al movimiento de nearshoring en Norteamérica.
La lógica detrás del nearshoring es simple: reducir riesgos, costos logísticos y exposición a conflictos geopolíticos al trasladar la producción a países vecinos y aliados. México, en particular, ha sido uno de los principales beneficiarios de esta tendencia, recibiendo inversiones récord en sectores como el automotriz, el electrónico y la manufactura avanzada. Pero si el acceso preferencial al mercado estadounidense se ve socavado por aranceles arbitrarios o políticamente motivados, el atractivo de relocalizar operaciones en la región se desploma.
Estas medidas, lejos de proteger la economía de EE.UU., podrían generar el efecto contrario. Aumentarán los costos de insumos y productos terminados, afectarán la competitividad de las empresas estadounidenses que dependen de cadenas de valor integradas y deteriorarán la confianza de los inversionistas en un marco comercial que, hasta ahora, ofrecía certezas.
Más grave aún, esta decisión pone en riesgo el T-MEC, uno de los tratados más importantes del planeta. Si EE.UU. rompe unilateralmente las condiciones acordadas, México y Canadá podrían responder con medidas similares, desencadenando una guerra comercial regional que desdibuje años de avances en integración.
La ironía es que, en un intento por reducir su dependencia de Asia, Estados Unidos podría estar empujando a las empresas a regresar precisamente allí. Si producir en México deja de ser conveniente, muchas compañías podrían concluir que los beneficios de costos y escala en Asia siguen siendo más atractivos, aunque impliquen mayor distancia.
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El nearshoring no puede sobrevivir sin reglas claras, respeto a los acuerdos y visión a largo plazo. Si Estados Unidos quiere realmente construir una economía más segura, resiliente y competitiva, debe fortalecer, no debilitar, sus lazos con México y Canadá. Apostar por el proteccionismo en una región que necesita colaboración es, sencillamente, una receta para el fracaso.