Por Andy Stalman
El Consejero Delegado de Nestlé, fuera. El Consejero Delegado de Starbucks, fuera. El de Davide Campari Milano, fuera y, más recientemente, el de Nike, también fuera. Todos han sido destituidos recientemente. Los jefes de los grandes grupos de consumo tienen buenas razones para cuidarse las espaldas.
Más allá de las soluciones rápidas, la reciente ola de cambios en la cúpula directiva de grandes empresas de consumo pone de manifiesto una realidad ineludible: el liderazgo corporativo está evolucionando hacia una nueva dimensión.
Ya no se trata simplemente de corregir errores pasados o adaptarse a las fluctuaciones del mercado. Los líderes de hoy deben navegar en un entorno cada vez más complejo, donde las expectativas de consumidores y accionistas se entrelazan con la creciente conciencia social y la necesidad de un propósito auténtico.
Los consumidores buscan más que productos o servicios. Anhelan marcas que reflejen sus valores, que sean auténticas, responsables y comprometidas con causas sociales y medioambientales. El propósito de la empresa, ese «por qué» que trasciende la mera generación de beneficios, se convierte en un factor determinante para conectar con estos consumidores y construir relaciones duraderas.
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Los nuevos líderes deben ser capaces de articular y proyectar este propósito con claridad y coherencia, no solo en la comunicación externa, sino en cada interacción con los consumidores. Deben ser, en sí mismos, una marca que inspire confianza y refleje los valores de la empresa.
Muchos accionistas también están cambiando. Si bien los resultados financieros siguen siendo importantes, ahora valoran empresas que operan con un propósito sólido y un modelo de negocio sostenible. Buscan inversiones que generen valor a largo plazo, incluso en un contexto de consumo debilitado y creciente competencia.
No basta con implementar soluciones rápidas o cambiar de liderazgo en tiempos de crisis. Se necesitan líderes que comprendan la importancia de un propósito auténtico, que construyan relaciones basadas en valores compartidos y que sean capaces de adaptarse a los cambios del mercado sin perder la esencia de la marca, y que como resultado de ese trabajo bien hecho, obtengan muchos beneficios, mejores resultados.
El liderazgo exitoso mantiene el propósito y los valores en el centro de la estrategia, construyendo marcas con impacto y relevancia, capaces de superar las presiones del mercado y dejar un legado duradero.
¿El liderazgo corporativo moderno será capaz de equilibrar estas demandas? ¿Es viable crear una sinergia entre las expectativas de consumidores y accionistas?