«Argentina y los pagos en dólares: ¿impulso al consumo o trampa económica para la recuperación?»es el tema que propone Willem F. Schol, Presidente de AmericaMalls & Retail.
La reciente decisión del Banco Central de la República Argentina (BCRA) de permitir que los comercios acepten pagos en dólares a partir del 28 de febrero de 2025 constituye un cambio significativo que podría redefinir tanto los patrones de consumo como las dinámicas económicas del país. Inspirada en el modelo uruguayo, esta medida busca ofrecer estabilidad y confianza en un mercado golpeado por décadas de inflación y volatilidad del peso. Sin embargo, sus posibles implicancias generan tanto expectativas como preocupaciones, sobre todo en el contexto de un país que lucha por recuperarse económicamente.
Un alivio inmediato para el consumo y el comercio
La posibilidad de abonar en dólares promete, en el corto plazo, brindar cierta tranquilidad tanto a los consumidores como a los comerciantes. Para los primeros, esta nueva herramienta elimina la necesidad de convertir sus ahorros en moneda extranjera al débil peso argentino, mitigando así el impacto psicológico de la incertidumbre sobre el tipo de cambio y la depreciación constante de la moneda local. Quienes tienen dólares en su poder podrán realizar compras importantes, como las vinculadas a durables o servicios de alto valor, con mayor seguridad.
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Por el lado de los comerciantes, la recepción de pagos en dólares significa mayor previsibilidad en la fijación de precios y, en algunos casos, una oportunidad para protegerse contra los efectos devastadores de la inflación. Esto podría también fomentar un entorno de mayor estabilidad en los precios, incentivando decisiones de consumo que actualmente se postergan debido a la incertidumbre económica. En un panorama donde el consumo interno es clave para la reactivación económica, toda medida que impulse el gasto tiene grandes posibilidades de ser bien recibida.
El riesgo de profundizar la desconfianza en el peso
A pesar de los beneficios inmediatos, la medida también presenta puntos problemáticos que podrían afectar negativamente la economía argentina en el mediano y largo plazo. La dolarización parcial del comercio podría acelerar la pérdida de confianza en el peso argentino. Si cada vez más sectores comienzan a operar bajo la órbita del dólar, la población podría dejar de utilizar su moneda nacional, aumentando su desprestigio y debilitando aún más el poder adquisitivo de aquellos que dependen de ingresos en pesos.
No se trata de una preocupación menor: la demanda de pesos podría continuar cayendo, provocando una devaluación acelerada y exacerbando la inflación, que sigue siendo uno de los principales problemas del país. Sin un plan claro que estabilice la moneda local, esta medida podría alimentar un círculo vicioso de debilitamiento del peso y expansión de un sistema bimonetario. En este contexto, quienes no tienen acceso a dólares estarán en una posición aún más desventajosa.
Por otra parte, la experiencia de otros países con sistemas dolarizados sugiere que estos cambios, si bien pueden traer ciertos beneficios inmediatos, no suelen resolver los problemas estructurales. Ecuador, por ejemplo, logró frenar la inflación después de adoptar el dólar, pero perdió herramientas clave, como la política monetaria y cambiaria, para manejar crisis externas. Dado que Argentina no tiene plena dolarización, sino una implementación parcial, los riesgos de descontrol y fragmentación son aún mayores si las autoridades no gestionan adecuadamente este cambio.
Lecciones del modelo uruguayo
Inspirada en un modelo uruguayo que, aparentemente, ha traído estabilidad sin renunciar a su soberanía monetaria, Argentina busca replicar un sistema donde el dólar funciona como una herramienta complementaria a la moneda local. En Uruguay, los pagos en dólares son comunes, pero el peso uruguayo sigue ocupando un rol fundamental como el principal medio de pago y unidad de cuenta.
Este equilibrio es clave si se quiere evitar una dependencia total del dólar. Para Argentina, el desafío será garantizar que el peso no pierda su funcionalidad dentro del sistema económico. De lo contrario, el país podría quedar atrapado en un esquema donde la moneda nacional se convierte en un mero símbolo sin verdadero respaldo ni poder adquisitivo. Mantener el protagonismo del peso pasará por implementar políticas fiscales y monetarias sólidas, junto con reformas estructurales que generen confianza en el sistema financiero local.
¿Solución temporal o un paso hacia la dolarización?
Permitir pagos en dólares puede tener un efecto positivo para estimular el consumo en el corto plazo; sin embargo, no debe interpretarse como una solución estructural. Argentina enfrenta innumerables desafíos económicos, desde la profunda desigualdad hasta los ciclos recurrentes de devaluación e inflación. Sin un marco económico que incluya reformas fiscales, una administración coherente del gasto público y una política monetaria que apunte a estabilizar la moneda, esta medida podría transformarse en un arma de doble filo.
Por ello, esta iniciativa debe ser acompañada de acciones que fortalezcan el rol del peso argentino dentro de la economía. De lo contrario, sólo acelerará una dolarización informal que, lejos de contribuir a la recuperación, afectará la soberanía monetaria del país y acentuará la dependencia de una moneda extranjera.
Un camino incierto hacia la recuperación
En última instancia, la autorización de pagos en dólares plantea una pregunta central: ¿es una solución temporal o un primer paso hacia una transformación más profunda del sistema económico? Aunque a corto plazo puede impulsar el consumo, es fundamental mirar más allá de sus efectos inmediatos. Argentina necesita construir un panorama de estabilidad que permita una recuperación económica sostenible, lo que implica atacar los problemas de raíz: la inflación descontrolada, la presión fiscal, el déficit fiscal, y la falta de confianza en las instituciones financieras.
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Si la medida no es acompañada de un programa más amplio de reformas estructurales, podría derivar en mayores niveles de incertidumbre y volatilidad. La clave estará en aprender de las experiencias internacionales y aplicar las lecciones del modelo uruguayo, pero siempre adaptándolas a la realidad única de Argentina. Sólo con políticas económicas coherentes, confianza en el sistema financiero y una visión integral podrá el país lograr que este cambio sea el comienzo de una recuperación real y no el inicio de nuevos desafíos.