A días de culminar el 2023, que desde sus inicios estuvo marcado por un escenario político y económico volátil, la capacidad de adaptación de los negocios peruanos se ha convertido en una particularidad fundamental para sortear este periodo de incertidumbre. Sin embargo, se predice que las estrategias reactivas o de supervivencia se mantendrán vigentes para los primeros meses del próximo año debido a una persistente desconfianza empresarial.
Según las proyecciones del Instituto Peruano de Economía, la inversión privada cerraría este año con un descenso de 7.7%. Este resultado es considerado como el peor retroceso desde la crisis financiera mundial del 2009, sin considerar los efectos negativos de la pandemia. No obstante, el centro de investigación estima su débil recuperación de 0.4% para el 2024.
Gonzalo Zegarra, Chair de Vistage, manifiesta que la clave para amortiguar entornos desafiantes es la búsqueda de oportunidades. “Los empresarios estamos para seguir creando riqueza incluso en situaciones no favorables. Hay que trabajar con lo que hay e identificar oportunidades como aquellas inversiones que tengan un óptimo retorno esperado, pero, en ninguna circunstancia se debe renunciar a nuestra vocación empresarial, que emprende, se arriesga y hace”, dijo.
La ralentización del dinamismo económico ha afectado el desarrollo del círculo virtuoso conformado por la inversión, la empresa, el empleo, el salario, el consumo y los impuestos, que impacta negativamente al bienestar de la comunidad. En esta línea, los líderes empresariales se ven retados a renovar sus estrategias o modelos de negocios, que establece un nuevo patrón de liderazgo en un contexto de complejidad y seguir generando valor compartido.
“La caída de la confianza empresarial refleja los temores a que la economía no se vuelva a dinamizar. Por lo tanto, aunque suene radical o ingenuo, se debe romper el ciclo e ir en contra del pesimismo tomando las previsiones necesarias con cautela y seguridad, pero que fracture ese ciclo de inercia y abstención. No se puede esperar a que la economía esté perfecta para tomar riesgos, lo hemos demostrado en décadas anteriores superando peores escenarios”, acotó el asesor de Vistage.
Planes de contingencia 2024: ¿a corto o a largo plazo?
Las nulas expectativas empresariales para empezar el 2024 con el pie derecho se ven reforzadas por una posible caída del Producto Bruto Interno (PBI) de -0.5% al concluir este año y los posibles efectos adversos por la aún impredecible intensidad del Niño Costero. Sin embargo, muchas empresas se encuentran propensas a ejecutar una mentalidad a corto plazo como plan de contingencia.
“Todas las organizaciones han tenido que experimentar este dilema en su proceso de toma de decisiones, el debatir entre la inmediatez del flujo de caja o la sostenibilidad del negocio. Para ello, hay que encontrar la manera de compatibilizar el corto y el largo plazo, realizar un balance de cómo facturar en la próxima quincena y cómo hacer que mi negocio esté mejor en 5 años”, asevera Zegarra.
Bajo esta premisa, existe la posibilidad que la recompensa de la inmediatez desvirtúe la búsqueda de oportunidades. Sin embargo, para emerger este equilibrio y no abstraer el mediano y el largo plazo, el empresario puntualiza que este trabajo no solo depende del sector privado, sino también del Estado al brindar señales más claras para crear un entorno más propicio para los negocios y así retomar la senda del crecimiento.